Gracias, Jesús, por apiadarte de nosotros
y hacer de buen pastor.
Sin Ti estamos desorientados
y nos sentimos vulnerables
ante quienes pretenden aprovecharse
de nuestra indigencia.
Tú nos quieres agrupar para hacer comunidad.
Dispersos, nos sentimos solos,
divididos, enfrentados, aislados.
Queremos ir y venir a nuestro antojo,
pero nos perdemos,
no encontramos en camino
y terminamos pasando hambre
o expuestos a los peores peligros.
En cambio, Tú nos llamas por nuestro nombre,
nos reunimos a tu alrededor,
nos guías por caminos seguros,
nos conduces a lugares tranquilos para descansar,
nos llevas a verdes praderas para alimentarnos,
preparas la mesa eucarística ante nosotros,
llenas a rebosar nuestro corazón,
nos proteges de los adversarios,
nos reconcilias con nuestros hermanos.
Junto a ti, nadie volverá a amedrentarnos
ni a intimidarnos,
ni nada nos faltará.
Gracias por compadecerte de nosotros
y por decidir ponerte al frente del rebaño,
aunque el precio sea tu vida.