Señor Jesús, la súplica confiada del leproso
encuentra en ti una respuesta admirable:
¡“Quiero, queda limpio”!
Y en esas palabras vemos la expresión
de la voluntad de Dios para cada persona
y nos preguntamos qué podemos hacer
para que la voluntad de Dios se realice ahora.
¿Qué podemos hacer para que en el mundo
no haya inocentes muriendo cada día,
ancianos o enfermos atendidos con deficiencia,
poderosos oprimiendo a los frágiles y pobres?
Por eso te pedimos, Señor Jesús,
que tu palabra y tu ejemplo
nos muevan a buscar siempre caminos de respuesta;
que la oración nos haga compasivos
y comprometidos ante el sufrimiento.
Tú mismo, Señor Jesús, no pudiste atender a todos
ni resolver todos los conflictos,
pero sí abriste caminos
e indicaste hacia dónde y cómo debemos caminar
si queremos ser fieles al proyecto salvador de Dios.
Que no tengamos miedo de perder la tranquilidad
para dedicarnos a servir a quien está necesitado;
que los que vivimos de manera confortable
nos demos cuenta de que perdemos
la dignidad humana y cristiana
cuando provocamos el sufrimiento de los demás
o asistimos indiferentes
a tantas situaciones de violencia y de falta de amor.