Queremos darte gracias, Padre,
porque nos invitas a vivir como hijos tuyos
y porque en Jesucristo nos indicas
cuál es el camino para seguir esta vocación.
Gracias también
porque nos llenas de bendiciones
y, dándonos a tu Hijo como hermano,
nos has dado y nos das todo.
Queremos responder a tus dones
con la confianza de saber, como Pablo,
que Tú estás con nosotros
y con la decisión de obedecer
a tu mandamiento
de escuchar en todo
a tu amado Hijo Jesús.
Haz que sepamos «subir a la montaña»
con frecuencia, para estar contigo, escucharte
y renovar las fuerzas para nuestro camino;
que el contacto frecuente contigo
nos transforme y nos haga pasar
del egoísmo a la plena generosidad,
de la poca fe a la confianza total,
del individualismo a la vida de comunidad,
de la acomodación al seguimiento
generoso de Jesucristo.
Que, caminando cada día con Jesús,
aprendamos a ser una Iglesia servidora,
que vive y da testimonio
del gozo del Evangelio,
de la alegría de la vida en fraternidad,
del perdón y la reconciliación
que renuevan la vida
de las personas y de los pueblos.