Domingo VIII del tiempo ordinario

Ciclo y fecha
Cicle: 
C
Temps: 
Tiempo ordinario
Data : 
Domingo, 27 Febrero 2022
Tu mirada nos mueve a compartir todo lo que somos

Cuando somos nosotros los que miramos, Señor,
lo hacemos desde los ojos cansados del día a día,
ciegos a las realidades cercanas,
indiferentes al dolor,
reacios a cualquier servicio generoso.
Estamos demasiado empeñados
a no abrirnos a la claridad de tu luz,
y vamos por el mundo a tientas.

Cuando miramos desde tu amor, Señor,
nuestros ojos reconocen la prenda de tu presencia
en cada hombre, en cada mujer,
en cada niño y en toda la creación.
El camino se vuelve exigencia de crecimiento,
de entrega personal,
y sentimos dentro de nosotros
una luz que nos guía y nos quema
si no se regala en respuesta de servicio.

Tu mirada nos mueve a compartir
todo lo que somos,
a olvidarnos de nuestras insignificantes miserias,
a luchar por la callada verdad.
Nace en nosotros la alegría
de sabernos amados desde siempre
por encima de nuestras lejanías y silencios.
Agradecimiento por todo
lo que hemos recibido, confiado y vivido,
porque nada te es indiferente.

Nos sabemos en tus manos,
responsables de tu obra.
Nos urge la búsqueda del bien,
y queremos convertirnos en grano de trigo
para ser vida que calla el «yo» y grita tu nombre.

Tú, mirada, palabra, presencia.
Concédenos la humildad y valentía necesarias
para dejarnos llenar de tu luz
y ser reflejo de tu Amor.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
No nos hagamos ilusiones

Señor,
demasiado a menudo pienso que soy bueno
y que te amo a ti y a los otros
porque tengo buenas ideas y buenas palabras.

Tú me recuerdas que la bondad
y la riqueza interior de la persona
se manifiestan en las obras.
Por eso, me exiges la autenticidad
en mi conducta de cada día
y también en la relación con los otros.

Me es más fácil ver los defectos de los hermanos
y de mostrarme exigente con ellos,
que osar mirar mis defectos,
porque no querría sentirme obligado
a hacer un esfuerzo real y constante
para corregirlos y ser mejor.

Ayúdame a ser juicioso y sincero
a la hora de valorar
mis actitudes y las de los otros.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Señor, enséñanos a mirar con tus ojos

Señor, enséñanos a mirar con tus ojos.
Los nuestros nos engañan.
Nuestras oscuridades empañan lo que vemos.
Sin querer ayudar a los demás,
les contagiamos nuestro pesimismo,
nuestra negatividad.

Líbranos de las vigas de nuestros ojos
para que nuestra mirada sea limpia,
para que podamos ver claro
y así poder ayudar a nuestros hermanos
a deshacerse de la mota del ojo.

Entonces nos podremos mirar fijamente,
sin miedos, sin disimular.
No necesitaremos ningún maquillaje,
porque somos obra tuya.

Sin la viga que nos deforma,
volvemos a ser como tú quieres.
Y vemos el mundo con tus ojos.
Tu mirada nos purifica.

Que nuestra mirada sea
suficientemente transparente
para ser capaces de transformar el mundo.
Que nuestro corazón sea
suficientemente limpio
para que sus ventanas, nuestros ojos,
te puedan ver en todas partes,
en todo lo que nos rodea,
y sobre todo en la mirada
de nuestros hermanos.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret