Domingo de Pentecostés

Cicle: 
C
Temps: 
Pasqua
Domingo, 9 Junio 2019
P. Josep Vilarrubias Codina, cmf

El Espíritu Santo nos hace hijos de Dios

En nuestra vida hay algo muy sutil y al mismo tiempo del todo vital: es el respirar, el aire que va manteniendo la purificación de la sangre y la vida.

Jesús, en su aparición Resucitado a los discípulos encerrados y muertos de miedo, les llevó su paz y su gozo: Entonces, sopló sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo.

La palabra Spiritus en latín / pneuma en griego / significa aire, viento, aliento. Jesús dijo a Nicodemo:

El aire sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así mismo pasa con todo el que nace del Espíritu.

* En el principio de la Creación el Espíritu planeaba sobre las aguas y apareció la vida en el mundo.

* En el Sinaí, la Alianza de Dios con el Pueblo apareció en medio del viento tempestuoso y del fuego.

* El día de Pentecostés el Espíritu se presentó en forma de viento y de fuego, un fuego que invadió todo el grupo y cada uno de los allí presentes. Se habían estado preparando durante días reunidos en oración con María la Madre de Jesús, los apóstoles y otros discípulos, ellos y ellas.

* El mismo Jesús se lo había prometido repetidamente durante la cena de despedida: El Padre os enviará otro Abogado... que estará en vosotros,... que os lo hará recordar y entender todo... dará testimonio dentro de vosotros y desde vosotros... el Espíritu de la verdad que os guiará hasta la verdad completa...

Por cierto que la palabra Abogado es traducida del griego: paraklitos que hablando con precisión significa: el que se mantiene a tu lado, que se podría traducir también por defensor, consolador, huésped, confort, refugio, bonanza... a mí me gusta aplicarlo a aquello tan bíblico como "a la sombra de tus alas". Imaginemos los pollitos cuando necesitan calor o ven un peligro o se acerca la lluvia tienen la madre que los ampara y les hace sentir seguros bajo sus alas

El Espíritu Santo nos hace hijos de Dios. Es el mismo Espíritu de Jesús que lo empujaba interiormente y ahora nos empuja a nosotros.

¿Cómo se entiende esto que el Espíritu nos hace hijos? Escuchemos a Romanos 8 14-15: Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. ... el Espíritu que nos ha hecho hijos y nos hace gritar: "Abba, Padre"...

Y en Gálatas 4,6-7: Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama "Abba, Padre"... Por tanto ya no sois esclavos sino hijos, y si sois hijos, también herederos por obra de Dios.

El Espíritu viene a nosotros con sus FRUTOS y sus DONES. Pero no nos lo tragamos todo de golpe, saboreémoslo poco a poco:

Un árbol en el huerto recibe sus dones y da sus frutos.

Hablemos primero de los FRUTOS: los frutos del Espíritu Santo son, tal como leemos en Gálatas 5, 22-23: amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí. Si nos detenemos en algunos de ellos nos podrá sorprender cómo la obra del Espíritu se manifiesta en niveles tan humanos, tan cercanos y tan de poca monta como son la paz, la alegría, el amor, la bondad, la ternura, la dulzura... Aunque el listado podría continuar sin límites. No es necesario que nos perdamos: todos son floraciones del amor.

¿Y los DONES del Espíritu? Mira, el árbol recibe unos dones: la tierra, el agua, el sol, el humus, la solicitud del agricultor... Si el árbol acoge agradecido los dones que le son ofrecidos, dará sus frutos.

En el griego original la palabra don es Karisma (de sharia): don gratuito. Los carismas son dones que el Espíritu reparte entre nosotros para el servicio de la comunidad. Los dones son diversos pero el Espíritu es uno solo... Todo esto es obra del único Espíritu, que distribuye sus dones a cada uno tal como él quiere (1 Corintios 12,4-11). Os invito a leerlo todo entero.

Cada uno ha recibido dones personales, cualidades, aptitudes para el servicio y crecimiento de la comunidad. La comunidad parroquial, por ejemplo, dispone de unos dones (carismas) repartidos para la unidad y eficacia del conjunto. Algunos de los dones se pueden perder por el camino si no se saben ver y vivir al servicio de los demás. Es necesario que cada uno reconozca los dones personales recibidos y los haga actuar. Hay carismas para la liturgia –preparación y animación, cantos, música, lecturas–, en la catequesis –niños, jóvenes, adultos, grupos especializados–, la caridad, –atención a los enfermos, servicio a débiles, reparto de alimentos y vestidos, la dignidad del templo –limpieza, ornamentos, flores, etc– Acción misionera en el exterior....

También es importante que los diversos servicios de la comunidad no se desconozcan mutuamente. Que tengan algún sólido vínculo en momentos comunes de celebración eucarística, de encuentro, de oración, de intercambio, de celebración festiva...

Así pues, el Espíritu Santo actúa con los dones y los frutos que damos. Podemos decir que la savia de nuestro árbol es el mismo Espíritu Santo, el espíritu que nos hace vivir como hijos. Y nos hace decir: ¡Abba, Padre!

A partir de aquí las palabras se nos acaban y aparece la actitud filial. Dejarnos llevar del Espíritu, contemplar su vitalidad en nosotros y en cualquiera de las realidades humanas y de la naturaleza ...

Recordábamos al principio que el Espíritu es vida y que también es sutil: fácilmente nos pasa desapercibido, como el movimiento de la savia, como la brisa de la mañana, como el aire que respiramos. Está el silencio, la actitud contemplativa, la atención a los detalles de las personas, de la naturaleza... En la naturaleza podemos ir leyendo la obra del Espíritu. Como hemos rezado en el salmo de hoy: Cuando envías tu aliento renace la creación y repueblas la faz de la tierra.

Nos lo hemos encontrado en el primer capítulo de la Biblia (Génesis, 1,2) El Espíritu planeaba sobre las aguas y resultó la creación. La creación somos nosotros, todo ser viviente. Que todo lo que respira alabe al Señor, decimos en el salmo 150. ¿A que te afecta el rumor del agua en la montaña, del viento, el canto de los pájaros, las gracietas de los niños, los estallidos incontables de la primavera, árboles que verdean hasta dar fruto, las hierbas y las flores que silenciosamente nos salen al encuentro...? Pues si estamos atentos (con corazón de pobre) podemos percibir en ella el latido del Espíritu.

No acabaríamos. Pero si me dejas continuar un poco más: Junto con la vitalidad y sutileza del Espíritu encontramos también la grandeza y poder:

El ángel del Señor anunció a María, y ella concibió por obra del Espíritu Santo.

• La pariente Isabel se siente llena del Espíritu Santo y le grita: ¡Eres bendita entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!

• Jesús en el Jordán sintió sobre sí el Espíritu Santo. Y empezó el Anuncio del Evangelio.

En el corazón de la Eucaristía el Espíritu es protagonista:

- Sobre el pan y el vino, que descienda el Espíritu Santo como el rocío y se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo.

- Y sobre el pan y el vino ya consagrados: te rogamos Padre que tu Espíritu Santo nos una en un solo cuerpo a cuantos participamos del Cuerpo y la sangre de Cristo.

• Y al final de la Biblia, en el Apocalipsis. El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven!

Amén, ven, Señor Jesús.

Tipus recurs pastoral: