Señor Jesús, te damos gracias
porque, como tú, nuestra familia
puede gozar de la presencia
y la sabiduría de san José,
el hombre justo, honesto y valiente
que, junto con María,
te cuidó y te acompañó
en los primeros pasos de la vida,
formando tu personalidad
y preparándote para la misión
que el Padre te había dado.
Que aprendamos de José a ser personas de fe,
nada aferrados a las seguridades humanas,
sino llenos de confianza en la palabra
y el proyecto de Dios para cada uno.
Que seamos amantes del trabajo bien hecho,
propio de todo artesano que ama el oficio,
y valoremos el mejor trabajo de José,
que fue el de educador
y responsable de la familia;
que no nos dé miedo ser hombres y mujeres
de fidelidad silenciosa y discreta.
Que las virtudes y cualidades de san José
se contagien a nuestra familia
eclesial y humana
y hagan crecer a ambas.
Señor Jesús,
tú que dijiste tantas veces a tus discípulos:
«¡No tengáis miedo!»,
haz que tu familia que es la Iglesia
sepa escuchar y vivir esta invitación
como la vivió José de Nazaret
cuando el ángel le dijo:
«¡No tengas miedo!».