Señor Jesús, te damos gracias
porque tu luz está presente en el mundo
y quienes la buscan pueden hallarla.
Te damos gracias porque nos permites
vivir confiados, sabiendo que
no estamos solos ni andamos a oscuras.
Nos preocupa ver, Señor Jesús,
que algunos se inquietan por tu luz
e incluso parece que les moleste.
Que esto no nos haga perder la paz
ni ponga nuestra fe en duda.
Te damos gracias y nos sentimos animados
por tantas personas que buscan aquella luz
que nos ayude a vivir con más humanidad,
a respetarnos más entre nosotros
y a respetar el mundo que os confiaste.
Aquella luz que nos haga colaboradores tuyos
en la construcción de un mundo
sin privilegiados ni excluidos,
sin triunfadores orgullosos y egoístas
ni víctimas sin derechos ni dignidad.
Te pedimos, Señor Jesús,
que la luz de la fe nos haga creer
que otro mundo –como tú lo propones–
es posible y está a nuestro alcance:
por esto te pusiste a nuestro lado.
Que la alegría de haberte encontrado,
como te encontraron los magos,
sea la fuerza que nos haga colaborar contigo
buscando tus caminos siempre nuevos,
viviendo más evangélicamente,
formando familias y comunidades fraternas.