Si prestamos atención, Señor,
nos damos cuenta de que nonos gustan
los orgullosos,
y que la vanidad, vista en los demás,
incluso nos hace reír.
Pero a veces, nosotros también caemos
en el juego de las apariencias,
de los maquillajes que buscan
esconder defectos del corazón,
o los falsos vestidos que no nos sientan
y que solo pretenden esconder
la verdad de nuestras vidas.
Te pedimos que nos ayudes
a ser sinceros con nosotros mismos.
Que no vivamos de postureos
que nada tienen que ver
con tu propuesta de vida.
Gracias, Señor,
porque a través de tu vida en Jesús,
tu gesto con los demás
y tu actitud de servicio,
entendemos que lo de ser humilde
no es más que ser auténtico,
y que, al serlo
nos infundes tu aliento de Amor.
Gracias, Señor, porque la autenticidad,
no es conquista,
sino gracia regalada
que es necesario cultivar y hacer crecer
en nuestros corazones.
Gracias, Señor, por recordarnos
que nuestro estilo de vida
debe estar vestido
con la generosidad,
que, si es humilde,
es sincera.
Es el vestido más adecuado,
para poder disfrutar de la fiesta
y del encuentro en el que disfrutaremos
de tu eterno abrazo.