Gracias, Señor, porque siempre escuchas
nuestra voz,
hecha oración de súplica,
y acoges nuestras miserias,
nuestras oscuridades y dudas…
Gracias, Señor, por tu misericordia
para con la humanidad.
Desgraciadamente, hay demasiadas personas
que, como los leprosos el Evangelio,
quedan olvidadas y recluidas sin papeles,
marginadas en las periferias,
arrinconadas en campos de refugiados,
sin atención ni compasión,
invisible a los ojos
de los medios de comunicación.
Que nuestra mirada nunca sea indiferente,
y nos sumemos a ellos
en la oración de súplica.
Gracias porque nos recuerdas
que es la fe sin orgullo la que nos salva.
Que no nos falte en el día a día un «gracias»,
que no seamos desagradecidos,
que no perdamos la memoria del corazón,
por tantos dones como hemos recibido
de tu gracia.
Concédenos un corazón agradecido,
como el de María,
que cante el Magníficat
que abres en cada uno de nosotros.
Porque son muchas las maravillas
con las que vistes nuestras vidas,
a tu estilo, silenciosamente, con discreción.
Gracias, Señor, por tu mirada atenta
a cada uno de nosotros.