Domingo XXVIII del tiempo ordinario

Ciclo y fecha
Cicle: 
C
Temps: 
Tiempo ordinario
Data : 
Domingo, 9 Octubre 2022
Concédenos un corazón agradecido

Gracias, Señor, porque siempre escuchas
nuestra voz,
hecha oración de súplica,
y acoges nuestras miserias,
nuestras oscuridades y dudas…

Gracias, Señor, por tu misericordia
para con la humanidad.
Desgraciadamente, hay demasiadas personas
que, como los leprosos el Evangelio,
quedan olvidadas y recluidas sin papeles,
marginadas en las periferias,
arrinconadas en campos de refugiados,
sin atención ni compasión,
invisible a los ojos
de los medios de comunicación.
Que nuestra mirada nunca sea indiferente,
y nos sumemos a ellos
en la oración de súplica.

Gracias porque nos recuerdas
que es la fe sin orgullo la que nos salva.
Que no nos falte en el día a día un «gracias»,
que no seamos desagradecidos,
que no perdamos la memoria del corazón,
por tantos dones como hemos recibido
de tu gracia.

Concédenos un corazón agradecido,
como el de María,
que cante el Magníficat
que abres en cada uno de nosotros.
Porque son muchas las maravillas
con las que vistes nuestras vidas,
a tu estilo, silenciosamente, con discreción.

Gracias, Señor, por tu mirada atenta
a cada uno de nosotros.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Cuanto somos y tenemos es don tuyo

Dios y Padre nuestro,
la escena de Jesús con los leprosos nos dice
que siempre estamos preparados para pedir
y pocas veces nos acordamos de agradecer. 

Somos los primeros en exigir a los demás
y no siempre estamos dispuestos a ayudar.
Sabemos criticar todo lo que no funciona
pero nos echamos atrás a la hora de servir. 

Por eso hoy queremos agradecerte
cuanto hemos recibido y recibimos gratuitamente. 

Te damos gracias por la vida y la familia,
por la fe y la comunidad en que la celebramos. 

Te agradecemos por el alimento de cada día
y por tu presencia en nuestra vida
tanto en las horas buenas
como en los momentos difíciles y dolorosos. 

Gracias por la esperanza que nos permite
vivir y seguir caminando cada día. 

Gracias por tantas personas que nos aman
y por todos aquellos a los que podemos amar. 

Gracias por tu Hijo Jesús
que se hizo nuestro hermano y el mejor amigo.
Y por el Espíritu Santo que habita en nosotros
y nos hace vivir en actitud de hijas e hijos tuyos. 

Gracias porque tu amor nunca falla
y porque cuanto somos y tenemos es don tuyo. 

Ayúdanos, Padre, a actuar cada día
con la misma alegría y disponibilidad
que descubrimos en tu Hijo y hermano nuestro Jesús.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
La curación influye también en el espíritu

Señor, en el evangelio de hoy
devuelves la dignidad a estos diez leprosos.
La curación no sólo concierne al cuerpo,
influye también en el espíritu.
Olvidamos a menudo agradecer
a médicos, enfermeras y personal sanitario
el esfuerzo y empeño en el cuidado
de las personas que le son encomendadas.

Agradecer la salud
y el cuidado que recibimos en la enfermedad
es reconocer, como lo hizo el leproso samaritano,
el don de la salud.
Agradecer públicamente el don de la salud
supone reconocer tu presencia salvadora, Señor.

En el sacramento de la Unción de enfermos,
nos miras, Señor, con el mismo amor
con que miraste a los leprosos.
Nos unges con aceite
como signo del amor entrañable que nos tienes.
Un amor que es más fuerte que la muerte
y que inicia un proceso de salvación
que tendrá repercusiones en nuestro cuerpo.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Solidarios con los excluidos

Señor,
cuando tú devolvías la salud
a aquellos nueve leprosos,
los liberabas de un mal todavía peor:
de la exclusión social y religiosa. 

Nosotros olvidamos fácilmente
que el progreso y el alto bienestar
de este mundo que llamamos civilizado
se ha construido muy a menudo
con violencia sobre otros pueblos
y los ha excluido del progreso. 

Ya que tenemos un Padre común
y queremos sentirnos mas hermanos,
hoy necesitamos pedir perdón
por la violencia y la exclusión
que nuestra sociedad de progreso
ha ejercido sobre otros pueblos
con menos posibilidades.

Y si tal vez nos hicimos solidarios
de su empobrecimiento y exclusión,
ayúdanos hoy a sentirnos solidarios
del dolor de esta pobreza
y del compromiso de liberación.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
¿Dónde están los nueve que faltan?

¿Dónde están los nueve que faltan?
También yo, Jesús,
echo en falta a tantos compañeros
cuando vengo a la iglesia i miro alrededor.
Personas que te han conocido,
que te han recibido en los sacramentos,
i que ahora parece que te han olvidado.

Hago examen de conciencia y pido perdón
por las actitudes excluyentes
que he podido tener,
por algún ataque de mal humor
y de desánimo,
por los reproches y por los controles.

Ahora que la Iglesia no es el centro del mundo,
te pido que no me dejes caer
en la tentación de encerrarnos en una burbuja
y que aprovechemos la oportunidad
que nos da nuestra posición
un poco marginal.

Que sepamos abrirnos al diálogo
con las otras creencias y convicciones,
que pensemos en el servicio
que podamos hacer a la sociedad,
no en el dominio del poder
ni en el control de las conciencias.
Así podremos comprobar con admiración
cómo va creciendo tu Reino
donde nadie lo esperaría.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Gracias, Señor, por habernos llamado a la salvación

Te damos gracias, Señor,
porque nos curas de nuestras heridas.
Nos curas de las enfermedades
que nos alejan de los demás,
que nos hacen sentir humillados,
solos en medio de la gente.

Pero, aunque todos nos marginaran,
Tú nos haces sentir libres,
queridos, agradecidos, consolados.
Ninguna prisión es capaz de encadenar tu amor,
ningún calabozo puede oscurecer tu luz.

Gracias por habernos llamado a la salvación,
por haber venido a encontrarnos,
sin importarte nuestro origen
ni nuestra condición social.

Has venido a buscar a cada uno de nosotros,
de manera personal, de tú a tú.
Gracias por este privilegio.

Danos un corazón capaz de ver tu acción,
que no nos dejemos llevar por la soberbia
ni por la autocomplacencia,
sino que siempre seamos humildes
para reconocer que no somos merecedores
de todo lo que haces en nosotros.

Sólo así nacerá la alegría
y el agradecimiento sincero
de nuestro corazón.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret