Señor Jesucristo, como sugiere el apóstol Pablo
hoy empezamos pidiéndote
que seamos constantes en la práctica del bien
y que la esperanza que nos ofreces
no nos deje desanimar en las dificultades.
También nos invita a orar por todos,
pidiendo que el amor del Padre sea acogido.
Por eso te pedimos por tu Iglesia,
por la comunidad en que vivimos la fe
y en la que participamos de la Eucaristía.
Te pedimos por los que viven sin esperanza
y por los que enfrentan situaciones difíciles
de enfermedad, paro o crisis familiares.
Te presentamos nuestra preocupación
por los políticos y por los que gobiernan el mundo:
ayúdales a buscar el bien de la sociedad.
Queremos acordarnos de los jóvenes:
que jamás pierdan la ilusión de buscar
un mundo mejor y más fraterno.
Traemos a tu presencia nuestras familias,
con las alegrías y retos de cada día:
ayúdanos a convertirlas en hogares
de buena convivencia, de mutua acogida,
de respeto, de diálogo y oración,
de escucha atenta de tu palabra,
donde se pueda crecer y madurar como persona.
Ora con nosotros, Señor Jesucristo,
para que nuestro Dios y Padre
bendiga a todos los que ha llamado a la vida
y todos puedan dar gracias por su amor.