Domingo IV del tiempo ordinario
Bienaventurados los pobres
1. Jesús se dirige a una multitud de enfermos o marginados de todo tipo: endemoniados –personas desestructuradas, epilépticos y paralíticos, cojos y ciegos–, y los curaba. Los atendía personalmente. A esta multitud de gente Jesús les dice: sois la pupila de los ojos de nuestro Señor. Bienaventurados los pobres y los que lloran, los hambrientos y sedientos, y los perseguidos…
2. En el ambiente religioso de Israel, se podía entender bastante bien este lenguaje. Era propio de los profetas como Sofonías en la lectura primera de hoy. Los pobres eran las personas humildes y sencillas que miran de ajustar su conducta con la voluntad de Dios. No cometen injusticias ni mienten. Y por eso se hacen mal ver de los egoístas y de los mentirosos.
3. Y como son tan mansos, son también víctimas de la opresión o el desprecio de los poderosos. No tienen donde apoyarse ni en quién. Por eso se refugian en el Señor, que hace justicia a los oprimidos, da pan a los que tiene hambre y da libertad a los presos. Cuando Jesús proclamaba las bienaventuranzas, la gente que lo escuchaba, se ponía muy contenta porque sabían que eran ellos los pobres según el corazón de Dios.
4. Los corintios no se lo creían mucho: tenían una mentalidad muy pagana y unos valores muy diferentes. No tenían autoestima, eran casi todos de extracción humilde. Había también esclavos. Y pocos podían presumir de grandes estudios. Por eso admiraban y envidiaban a los sabios, ricos y poderosos, los de buena familia. No se daban cuenta que las maravillas de Dios que veían con sus propios ojos en Corinto eran realizadas justamente por gente como ellos: ignorantes y pobres, sin gran relevo social, sin ningún peso en ninguna parte. Y aun así Dios los había escogido para destituir a quienes se creían ser algo. Porque nadie puede gloriar-se delante Dios.
5. A Los corintios no les entraba el misterio de Cristo crucificado. No habían entendido el mensaje y el programa de Jesús cuando proclamaba la manera de reinar de Dios. Cuando interviene en el mundo lo hace tomando descaradamente partido por los pobres y por quienes lloran, por los que pasan hambre y por los perseguidos y los marginados. Jesús los proclama bienaventurados no por el hecho de ser pobres, sino justamente porque Dios se preocupa para liberarlos de su situación de opresión o marginación.
6. Dios es Padre de todos y no puede soportar que mientras unos pocos se levantan hartos de la mesa, una buena parte se ha quedado con hambre y otra buena parte no tiene ni un mendrugo de pan seco para llevarse a la boca ni cuatro harapos para hacerse un vestido. Dios no es neutral. Toma decididamente y descaradamente partido por los pobres y por los marginados, por los enfermos y por los pecadores.
7. Pero Dios no actúa directamente. Por esto proclama bienaventuradas a las personas compasivas y solidarias, apasionadas por la verdad y la justicia, de un corazón limpio y generoso, libres de ambición y de maldad que pondrán lo que saben, tienen y pueden en favor de los que ni pueden ni tienen ni saben. Ellos son la mano derecha del Padre que a través de ellos da pan a los hambrientos, enjuga las lágrimas de los que lloran e infunden esperanza en los que la han perdido.
8. Y es curioso, toda esta gente compasiva, de corazón limpio y generoso, serán mal vistos y perseguidos y calumniados. Son un estorbo para los opresores, los tiranos y los egoístas, que no pueden soportar que nadie les cree mala conciencia mientras se aprovechan de la miseria de los otros para engordar su cuenta corriente.
9. Si sois mal vistos por vuestra fidelidad a Dios y a los hermanos, alegraos y haced fiesta, porque vuestra recompensa es grande en el cielo.
10. Este domingo lleva un gran consuelo y un buen estímulo a todos los que dedicáis tiempo y esfuerzo en favor de los necesitados, sea a título personal, sea como miembros de Cáritas y otras asociaciones parecidas. Estáis en la línea de Dios. Estáis realizando el programa de Jesús. Sois el mismo Jesús que ahora y aquí pasa por nuestro pueblo haciendo el bien.