Domingo II de Pascua
Anunciad a todo el mundo que el Padre nos ama y cuenta con nosotros
1. Antes, este domingo se llamaba in albis, porque hoy los que habían recibido el bautismo en la vigilia pascual abandonaban el vestido blanco que aquel día recibieron y se incorporaban de lleno a la vida normal. También era costumbre en este domingo llevar solemnemente la comunión a los enfermos de la parroquia. Por esto en catalán se le llamaba domingo de pasqüetes.
2. Nuestro Domingo se parece a aquel primer Domingo de Pascua. Nos hemos reunido aquí como los apóstoles en el cenáculo, tal vez con la misma sensación de miedo o de hacer el ridículo. Nos sentimos pocos y débiles. Y no siempre bien avenidos.
3. Pero he aquí que se nos presenta Jesús como el primer domingo de la historia. Desde que ha resucitado vive en una nueva dimensión. Ninguna barrera de espacio o de tiempo le impide comunicarse personalmente con nosotros. Paz a vosotros, nos dice para apaciguar nuestras angustias. Se nos muestra con las gloriosas llagas de crucificado y aun así nos contagia una inmensa alegría y nos proyecta muy allá de nosotros mismos.
4. Él ha cumplido con creces la misión que el Padre le confió. Ahora nos confía a nosotros la tarea de continuarla y de llevarla a cabo. Nos espera un futuro maravilloso. Abrid las puertas a Cristo, clamaba el hoy san Juan Pablo II en su primera bendición desde el balcón del Vaticano. Es cierto que no podemos hacer muchas cosas nosotros solos. Pero no estamos solos. Recibid el Espíritu Santo, nos dice Jesús. Anunciad la paz a todo el mundo. Anunciad a todo el mundo que el Padre nos ama, nos perdona, nos renueva, y transforma en luz nuestras heridas. Nos ama y cuenta con nosotros.
5. Muchos cristianos no han venido a misa hoy. Les puede ocurrir algo así como a santo Tomás. Quieren ver y tocar a Jesús. Y ni lo ven ni lo tocan. Mejor dicho, lo ven y lo tocan, pero no lo encuentran porque no lo buscan dónde está Él: en la comunidad, en el pequeño o gran grupo de creyentes, en los hermanos y hermanas con quienes nos relacionamos en casa o por la calle.
6. Quizás esperan de nosotros que les contagiemos la alegría de haber visto al Señor. San Pedro decía a los cristianos de su tiempo: No habéis visto a Jesús y lo amáis. No lo veis todavía, pero creéis en Él, y por esto, saltáis de alegría, de una indecible alegría, impregnada de bienaventuranza celestial, con la seguridad de obtener el objetivo último de vuestra fe: vuestra salvación definitiva. La alegría y el buen humor y el optimismo que el amor desvela son pegadizos. La tristeza, el pesimismo, la desesperanza no mueven a nadie, paralizan.
7. ¿Cómo haremos visible al Señor resucitado a nuestros hermanos? Mirad cómo se aman, decían de los primeros cristianos. ¿De dónde les viene todo esto? Lo leíamos en la primera lectura: Escuchaban la enseñanza de los apóstoles, eran solidarios, partían el pan. La expresión “fracción del pan” significaba la Eucaristía. Partir, compartir, repartir. Y oraban. La unión, la sencillez y la alegría con que se trataban entre sí y con qué alababan a Dios sorprendía y atraía a todo el mundo.
8. Después de todo es casi lo mismo que hacemos nosotros sin darnos cuenta. Compartir lo que somos y lo que tenemos es la prolongación y actualización de la fracción del pan, la Eucaristía. Y lo hacemos directamente o a través de Cáritas u otras instituciones. Sabemos que toda persona marginada o ninguneada es el disfraz de Jesús resucitado. Descubrirlo es dar sentido a la vida y a las relaciones humanas. Y comunicar esta realidad a quienes no creen en Jesús, o creen poco, es descubrirles una nueva dimensión.
9. El gran día del encuentro de todo el mundo con Jesús resucitado, muchos se darán cuenta con gran sorpresa de que convivieron sin saberlo con Jesús y lo atendieron cuando pasaba hambre y sed o desnudez, yacía enfermo en la cama o estaba en la cárcel. Cuando lo hacían a uno de estos pequeños, olvidados o marginados lo hacían a Jesús Resucitado presente en nuestra vida de cada día. Y seguro que entonces exclamarán como santo Tomás: Señor mío y Dios mío.