Domingo XXIV del tiempo ordinario

Ciclo y fecha
Cicle: 
A
Temps: 
Tiempo ordinario
Data : 
Domingo, 17 Septiembre 2023
Tú nos dices que debemos perdonar siempre

¡Señor Jesús!
Me cuesta perdonar a las personas
que me hacen daño,
que me han herido con la palabra o los gestos,
que me han engañado,
que me han criticado a mis espaldas
o han difundido mentiras sobre mí.
Me cuesta perdonar también
a quienes han hecho daño
a las personas que quiero.

Yo, como Pedro, estaría dispuesto a perdonar,
pero hasta cierto punto.
En cambio, tú nos dices
que debemos perdonar siempre.
Y no nos lo cuentas con un sermón,
sino con una parábola de las tuyas,
que da la vuelta a nuestros planteamientos
demasiado egoístas e instintivos.

Me invitas a no situarme solamente en la piel
de quien ha sido ofendido y le piden perdón,
sino también en la de quien ha ofendido
y necesita perdón
de los demás y de Dios mismo.

No siempre soy consciente
de lo que recibo de los demás:
me fijo solo en lo que hago yo.
Por eso, además de perdonar,
me cuesta ser agradecido.

Sí, Jesús: si miro mi vida con atención
tengo que reconocer la suerte que he tenido,
del perdón y de la misericordia
de los demás y del Padre
ante mi ofensa y mis miserias.

Te agradezco tu palabra, que me interpela
y me invita a la conversión:
«Si tú has sido perdonado,
también debes perdonar,
y no tienes ningún derecho a pedir perdón
si no estás dispuesto a ofrecerlo de corazón
a los hermanos».

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Cruz bendita

Sólo tú, Jesucristo, podías hacer
que la cruz de los reos de muerte, abominable,
deviniese signo de salvación.
Solamente tu amor extremo por nosotros
podía hacer que este tronco de muerte,
regado con tu propia sangre,
deviniese árbol de vida.

El Fruto que de él cuelga, tan precioso,
ha podido pagar un rescate universal;
nos has redimido a todos, para hacernos libres.

Cruz de libertad, cruz de gloria,
cruz de esperanza y de resurrección,
los ojos llorosos y todas las miradas
convergen en ti, son atraídos por ti,
que entregas la vida, que das la vida
a cuantos, al verte elevadoo, crean en ti
que del cielo has descendido tan abajo,
hasta nosotros.

Los perdonados, los indultados te invocan,
estandarte victoriosos de vida eterna.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Enséñanos, Señor, a perdonar

Señor, nos has enseñado que la venganza
por los males de los que hemos sido víctimas
está en tus manos.
Tú has tomado sobre ti todo el mal del mundo
y has sufrido sus consecuencias
hasta la muerte.

Enséñanos, Señor, a perdonar.
Que a pesar de nuestro sufrimiento
sepamos tender la mano.
El mal siempre es mal,
pero las personas que lo realizan,
muchas veces no saben lo que hacen.

Señor, ayúdanos a limpiarnos
de los sentimientos de rencor.
Nos dañan y dañan a los demás.

Hoy, Señor, queremos pedirte
por las personas que nos han hecho daño.
Tú sabes lo que les movió
a actuar de ese modo.
Ayúdales a cambiar si obraron mal
y a nosotros líbranos de los lazos del rencor.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Tú nos mandas perdonar tantas veces como sea preciso

¿Quién  no tiene a alguien
a quien prefiere no encontrar
porque su presencia le despierta
sentimientos de rabia o desconfianza?
Da lo mismo si hay motivos justificados o no,
tú nos has dicho que no juzguemos
y no seremos juzgados.

Tú nos mandas perdonar
tantas veces como sea preciso,
porque esto es lo que tú has hecho
y sigues haciendo siempre que hace falta.

«Quien no tenga pecado,
que tire la primera piedra».
Todos se retiraron, y tú ofreciste
una nueva vida a aquella adúltera.

El «Padre, perdónales» que pronunciaste
desde la cruz resuena en nuestros oídos
cada vez que escuchamos
«yo te absuelvo de tus pecados».

Si tú nos tratas así,
¿cómo no vamos a perdonar
cualquier ofensa que podamos recibir?

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Lo que hemos recibido gratuitamente lo tenemos que dar también gratis

Señor, queremos recordar todas las veces
que has sido compasivo y misericordioso con nosotros,
que has sido indulgente
y has soslayado nuestras carencias.

Gracias por curar nuestras llagas,
las heridas de nuestro corazón
provocadas por la falta de amor.

Nos has rescatado del infierno del rencor,
que nos hiere por dentro
y nos aísla de nuestros hermanos.
Nos has curado mostrándonos cómo nos amas
y arrojando muy lejos nuestra culpa.

No eres un Dios de castigos,
pero no toleras nuestra falta de misericordia.
Tu amor es inmenso
y quieres que lo compartamos con los demás,
perdonándolos, entendiéndolos, aceptándolos.

Quieres que nos comportemos con los demás
tal como Tú lo has hecho con nosotros.
Que no olvidemos nunca tus favores
para que seamos generosos
con nuestro prójimo.

Lo que hemos recibido gratuitamente
lo tenemos que dar también gratis,
por amor a tu nombre.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret