Te damos gracias,
Padre de Jesucristo y nuestro,
porque has querido injertarnos
en la vid verdadera que es tu Hijo Jesús;
y te pedimos que nos dejemos trabajar
e incluso podar por ti y por el Espíritu Santo,
para que lleguemos a producir
el fruto que esperas de cada uno de tus hijos
y de toda la comunidad cristiana.
No permitas, Padre, que nos convirtamos
en sarmientos secos o que dan uvas agrias.
Tu actitud, Padre, indica el amor
y la confianza que tienes en nosotros;
ayúdanos también a valorar
y a confiar en los demás,
como Bernabé confió en Pablo
y lo introdujo en la vida de la comunidad
y la convivencia con los apóstoles.
Que nuestras comunidades superen
la desconfianza para acoger a nuevas personas,
que todos seamos capaces de ayudarnos
y de cuidar unos de otros;
que el amor que reina entre nosotros
sea de obras y de verdad.
Durante estas semanas del tiempo pascual,
niños y adolescentes empiezan a participar
de la Eucaristía en muchas parroquias:
ayúdanos a saber acogerlos, tanto a ellos
como a sus padres y familiares
y a saberles comunicar la belleza de la fe
compartida y vivida cada día
en el interior de la comunidad cristiana.