Señor Jesús, la celebración de hoy
invita a pedirte que nuestro corazón
esté inquieto hasta encontrarte
y, habiéndote encontrado,
no nos cansemos de seguirte,
de escuchar tu palabra
y de buscarte aún más
para seguir muy de cerca tus pasos.
Gracias, Señor Jesús,
por haber querido venir hasta nosotros,
y por habernos dejado signos
sencillos y valiosos
de tu presencia en tu palabra,
en el pan y el vino de la Eucaristía, y sobre todo
en cada uno de tus hermanos y nuestros hermanos.
Concede a todos hambre y sed de justicia,
de paz, de fraternidad, de reconciliación
que conduzca a las personas a buscarte.
Haz que los que formamos la Iglesia
sepamos indicar el camino que conduce a ti,
y ayúdanos a convertirnos,
para que no pongamos tropiezos
a quienes te buscan.
Señor Jesús, danos tu mano
y el coraje de tu Espíritu Santo
para podernos liberar de tantas cosas
que perecen
y que se han apoderado de nuestro corazón.
Que no busquemos signos extraordinarios
para decidirnos a seguirte con mayor fidelidad,
sino que nosotros mismos
podamos ser un signo elocuente
de tu presencia en el mundo.