Te rogamos, Señor, por los políticos,
que hacen tantos debates
y pronuncian tantos discursos
sin que, en apariencia,
cambien nunca sus posicionamientos.
Hablan sin escuchar y, quizás por esto,
ni los creemos ni les escuchamos.
Te rogamos por tantas familias
en que marido y mujer piensan
que ya lo saben todo
y no tienen nada que decir,
donde los silencios son fríos y espesos,
llenos de rutina y desconfianza.
Te rogamos por los adolescentes
que siempre han tenido dificultades
para comunicarse
y que hoy en día tienen más fácil que nunca
encerrarse en su caparazón
y evadirse en un mundo de ficción.
Te rogamos por tanta gente mayor
que no encuentra a quien le escuche
y que ve transcurrir las horas
en un olvido vacío.
Seguro que tú escuchas sus oraciones.
Mándales a gente buena,
dispuesta a escuchar y a hablar.