Te damos gracias, Dios y Padre nuestro,
por la confianza que tu palabra comunica:
ya en el salmo nos dices que no nos
entregarás a la muerte o a la destrucción,
sino que nos enseñas el sendero que conduce
a la vida auténticamente humana,
tal como Jesús la vivió.
Te pedimos que, en la vida de cada día,
Jesús sea nuestra luz en las sombras que
nos rodean y pretenden llenarnos el corazón:
ya que creemos en el cielo nuevo y
la tierra nueva donde reinará la justicia,
y que serán fruto de tu amor creador de Padre,
haz que vivamos ya desde ahora
más de acuerdo con nuestra fe.
Cuando el año camina ya hacia su fin,
ayúdanos a saber agradecer tu presencia
amorosa en nosotros cada día de la vida
y que, como la higuera en cada primavera,
seamos anunciadores y testigos creíbles
de vida y esperanza, de paz y fraternidad.
No permitas, Padre, que la Iglesia sea
comunicadora de miedo, tristeza o pesimismo,
sino de aquel gozo y alegría perpetua
que únicamente se encuentran en tu presencia.