Garriga Pagès, Joan

Fechas
Nacimiento: 
31 de agosto de 1908, en Sant Martí Sacalm (Girona)
Profesión religiosa: 
8 de diciembre de 1926
Martirio: 
21 de agosto de 1936, en Lérida

El 18 de julio de 1936 se celebraba el onomástico del P. Frederic Codina, y el Hno. Joan Garriga Pagès ya tenía preparado el pollo para el ágape familiar. Pero aunque tenía preparado el pollo para celebrar la fiesta, no sabía si lo podría servir porque una señora, esposa de un guardia civil, le había hablado de un levantamiento militar ocurrido en Marruecos.

El 21 de julio, vestidos de seglar, después de un breve acto de adoración al Santísimo, todos los miembros de la comunidad salieron a esconderse donde pudieron. El Hno. Garriga había salido y, al volver a la casa, fue sorprendido por los milicianos y llevado a la cárcel.

El 9 de agosto de 1936 el Hno. Joan Garriga llevaba ya casi 20 días en la cárcel de Lleida con algunos centenares más de presos, mayormente sacerdotes, religiosos y laicos de significación católica. Entre ellos había varios claretianos de su misma comunidad. En estas circunstancias escribe a su padre, Francesc Garriga:

Muy querido padre: dos líneas solamente para deciros que estoy bien de salud que es lo que deseo a todos vosotros. No paséis pena por mí que como digo estoy bien. Con saludos a todos los de la familia y parientes. Si queréis escribirme antes que yo vuelva a escribiros hacedlo cortito y sin historias… ya lo entendéis, emperò lo que vull dir.[pero lo quiero decir]. Hasta que vuelva a escribiros u os pueda dar un abrazo a todos vuestro hijo que mucho os quiere Joan Garriga Pagès.

Sin decir nada especial, da a entender que está sometido, como los demás, a una estrecha censura que no da lugar a grandes expansiones. Está bien de salud, incluso está bien, a pesar de la dureza de la cárcel por la aglomeración de presos, por el ambiente de terror provocado por las frecuentes “sacas” al Campo de Marte o al cementerio, por las frecuentes vejaciones y malos tratos.

Dormíamos en el suelo con unas colchonetas de glin, casi equivalía a dormir en el mismo suelo, porque al día siguiente nos dolían los huesos, sobre todo los días primeros; y como había muchos nidos de chinches y piojos nos comían y no nos dejaban vivir; en verano sobre todo se dejaba sentir más: era un desespero para todo el cuerpo, aunque uno quisiera quitárselos, al momento aparecían; en general se dejaba sentir la poca higiene.

Al entrar en la celda carcelaria, el Hno. Lluís Grau vio al buen Hno. Joan Garriga y estuvimos juntos, escribe, hasta el 19 de Agosto en la madrugada en que se lo llevaron para fusilarlo. Pero antes se presentó a los demás hermanos de comunidad que estaban en otra celda: vio al P. Albi en la enfermería, herido de un pinchazo en el vientre, al P. Manuel Torres que recibía curas en la pierna y al P. Morell que había perdido media oreja de un balazo a la salida de casa. El P. Morell, el ministro de la comunidad, continuaba ejerciendo su oficio velando por los hermanos para quienes procuraba que les fuera traída la comida y la cena por una familia amiga. Les procuraba también alguna pieza de ropa.

El Hno. Joan Garriga nació en Sant Martí Sacalm, el 31 de agosto de 1908, a las cinco de la tarde y fue bautizado el 5 de septiembre. Era hijo de Francesc Garriga Guillamet, labrador, natural de Rocabruna i de Maria Pagès, natural de Montagut, vecinos de Sant Martí. Fueron sus padrinos Pere Pagès y Maria Garriga. Recibió la confirmación en la misma iglesia parroquial de manos del santo obispo de Vic Josep Torras i Bages.

Ingresó en el seminario menor o pre-postulantado de Cervera el año 1923. Por dificultades en el estudio, se le aconsejó que sirviera en la Congregación como hermano coadjutor. Empezó el noviciado el 7 de diciembre en 1925. Tuvo de maestro al P. Ramon Ribera, que gozaba de fama de santo. Y emitió sus votos religiosos el día de la Purísima del año 1926.

Al día siguiente salió destinado al Colegio de Solsona. Tres años más tarde, el 8 de diciembre de 1929, profesó perpetuamente. De Solsona pasó primero a Cervera y luego a Berga, siempre con el oficio de cocinero, que desempeñaba a gusto de todos. Finalmente fue destinado a Lleida donde residió el año anterior a su martirio.

Se conservan pequeñas notas que reflejan cómo era el Hermano. La primera impresión de Solsona es excelente: Salud buena, conducta también, recién profeso. En Cervera, informa el provincial en 1929, está bien de salud; excelente conducta. Aprende de cocinero. Al año siguiente, 1930 ya en Berga, goza de excelente salud, observa muy buena conducta y ejerce de cocinero y de sastre.

Tuvo un hermano más joven, Pere, que llegó a profesar en la Congregación claretiana como Hermano Coadjutor y estuvo varios años en Italia hasta que optó por volver a su familia, justo unos días antes de estallar la revolución en que su hermano Joan daría testimonio de su fe.

Los que le conocieron dan muy buen testimonio del Hno. Garriga:

Era buenísimo y muy cumplidor de su deber en el cargo de cocinero de la comunidad, decía una señora bienhechora de la comunidad de Lleida.

Era de un carácter sencillo, bueno, pacífico y caritativo, afirmaba su connovicio P. Jaume Torras.

Ya en la cárcel el Hermano marista, Ramon Bañuelos, declaró sobre Joan Garriga: Frecuentemente en el patio de la cárcel nos comunicábamos impresiones, viéndole siempre amable, sonriente y plenamente conformado a lo que preveía iba a suceder.

 El Hno. Lluís Grau escribe:

Fue mi compañero en la celda de la prisión. Estaba persuadido que iba a sufrir la muerte y se mostraba resignado y valeroso. Rezaba con frecuencia con el rosario improvisado.

El tal rosario era un cordel en el que se hacían tantos nudos como cuentas tiene el rosario.

Y concluye el mismo Hno. Lluís Grau:

 Yo vi cuándo lo sacaron de la celda y lo vi sereno, sin habernos despedido, porque no nos dejaban hablar: era la media noche y después supe que había recibido la muerte ese mismo día en el cementerio de Lleida. Al ser voceada la lista de los que fueron sacrificados el 20 de agosto, decía el Hno. Garriga muy serenamente y convencido de que los llamaban para el sacrificio: “Ahora me llamarán a mí” pues eran sacerdotes y religiosos los que iban siendo nombrados.