Agorreta Zabaleta, Onésimo

Fechas
Nacimiento: 
16 de febrero de 1916, en Ujué (Navarra
Profesión religiosa: 
15 de agosto de 1932
Martirio: 
26 de julio de 1936, en Lleida

Nació el 16 de febrero de 1916 en Ujué (Navarra), icono de piedad mariana y lugar de peregrinación de romeros y cruceros de no pocos pueblos a la redonda.

Sus padres se llamaban Julián Agorreta Azcona y Francisca Zabaleta Nicolay. Tuvo dos hermanos: Josefa y Cándido.

A los dos días tan sólo de su nacimiento, el 18 de febrero, es regenerado con las santas aguas del bautismo; y a poco más de medio año, el 14 de octubre, queda fortalecida su fe con la recepción del sacramento de la Confirmación, administrado por el obispo de la diócesis, Exmo. José López de Mendoza.

Siendo Onésimo de 8 años, la familia se traslada a casa del abuelo materno en Azanza, idílico pueblo navarro, perteneciente al valle de Goñi, cerca de Estella. Aquí permanecen dos años, hasta que vuelven a Ujué.

Ilusionado por el ideal misionero, ingresó en el postulantado claretiano de Alagón (Zaragoza) el 31 de agosto de 1927. Tras dos años de estudios, de aquí pasó a Cervera (Lleida) el 7 de agosto de 1929. Acabadas las Humanidades, el 28 de julio de 1931, marchó a Vic (Barcelona) para comenzar el año de noviciado. A los pocos días, el 14 de agosto, vistió el hábito; y al año siguiente, el 15 de agosto de 1932, realizó la Profesión.

A los dos días de acabar el noviciado, se traslada a Solsona (Lérida). Aquí cursa los tres años de filosofía. El 26 de agosto de 1935, se traslada de Solsona a Cervera los dos cursos de Ética y de Teología Fundamental, asignatura ésta que ocupa a Onésimo el estudio del curso 1935-36, previo a su martirio.

Los rasgos de sinceridad, compañerismo y espontaneidad de su infancia, que descubrían una voluntad de oro, le acompañaron durante toda la carrera. Dotado de excelente talento y siempre muy aplicado, rindió mucho en los estudios y obtuvo las mejores calificaciones. Y aun para ahondar en ellos, decidió, personalmente y con los debidos permisos, el estudio del alemán, al que dedicaba con total constancia media hora diaria. En su vida espiritual se mostró siempre piadoso, pero sin remilgos. En sus últimos Ejercicios Espirituales -febrero de 1936- reafirma su propósito: “Todo mi corazón para Jesús y María”. El rasgo mariano de su espiritualidad, tan fomentado entre los Hijos del Corazón de María, le venía derechamente de su infancia, vivida bajo el manto de Santa María de Ujué.

Resulta interesante rastrear ciertos apuntes suyos de teología que llegaron a conservarse. Y es no poco significativo el hecho de que los renglones finales de los últimos apuntes -tomados poco antes de acabar el curso, en junio de 1936, a pocos días de su martirio- versen sobre la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Escribe: “Christus vere mortuus est”. “Certum est Christum surrexisse”.

¿Qué sentiría al escribir esta confesión de fe en la Resurrección de Jesús? ¿Intuiría de alguna manera que, a los pocos días, también en su vida iba a ser realidad el paso a la Vida en plenitud, por medio de la más auténtica configuración con el Cristo pascual de la Cruz? Como fuera, llegó a esa plenitud con el testimonio valiente de su fe (“Sí, yo también muero por Cristo”) en el cementerio de Lleida, junto con el P. Manuel Jové y 13 compañeros de carrera, el 26 de julio de 1936. Su martirio abrió el gozoso paso al encuentro definitivo con el Cristo resucitado y glorioso.