Señor Jesús, en actitud de silencio y adoración
te contemplamos clavado en la cruz
y te agradecemos porque quisiste ser probado
en todo como nosotros, menos en el pecado;
y especialmente te damos gracias
porque no te echaste atrás
cuando el egoísmo humano
te clavó en cruz y quiso aniquilarte.
Te pedimos que sepamos ser como tú
en la capacidad de amar y perdonar,
de saber vivir a fondo el camino de la fe
y de la entrega incondicional
de la propia persona,
de no dejarnos vencer por el mal
ni dejarnos robar la dignidad de los hijos del Padre.
Que, besando hoy tu cruz, Señor Jesús,
aprendamos a ser más solidarios
con todos los que sufren y son maltratados,
especialmente por falta de amor y respeto:
los perseguidos y asesinados por su fe,
los maltratados por un sistema económico
que deja a muchos sin recursos y desesperados,
los que son tratados como mercancía
por los que no buscan más que lucro,
los que se encuentran solos o sin objetivo
para vivir con alegría y esperanza.
Que sintiendo como propio
el sufrimiento humano,
unidos a ti, que lo has hecho tuyo,
podamos encontrar caminos de liberación
y de vida renovada.