Padre, hoy que celebramos
la solemnidad de la anunciación de tu Hijo,
queremos agradecerte
el gran regalo de su encarnación,
y la delicadeza de contar
con el consentimiento de María,
representante de la humanidad,
para colaborar en hacerla posible.
Te pedimos que nos concedas un corazón
como el de María,
cuando recibió de boca del ángel
la llamada a ser la madre de tu Hijo.
Queremos, como ella,
ser humildes ante la grandeza de tu don,
sentirnos realmente gozosos porque tú
estás con nosotros y nos concedes tu favor.
Concédenos tener la misma confianza que ella,
para vencer el miedo
frente a la misión que nos propones,
tan desproporcionada a nuestras fuerzas.
Que con sencillez sepamos también
expresarte las dificultades que tenemos
para comprender tus planes,
pero que, como ella,
confiemos plenamente en tu promesa:
el Espíritu vendrá en nuestra ayuda,
tu poder nos sostendrá.
Que, como María y Jesús,
nuestra vida sea un «fiat» en tu plan de amor:
«Soy tu sierva, tu siervo,
hágase en mí según tu palabra».