Te damos gracias, Dios y Padre nuestro,
porque nos has hablado y sigues hablándonos
en la persona de tu Hijo Jesús,
carne de nuestra carne y verdadero hermano;
su vida es para nosotros el modelo
para ser auténticamente humanos e hijos tuyos,
la mejor referencia para saber quién eres
y para realizar nuestra vocación
de ser tu imagen y semejanza.
Ayúdanos, Padre,
a ser plenamente humanos,
como Jesús fue,
y que éste sea el camino
que nos acerque cada vez más a ti
y nos haga vivir como auténticos hijos tuyos.
Que cada comunidad cristiana sea, en su ámbito,
comunicadora de fraternidad y misericordia,
constructora de puentes de solidaridad y de paz,
cultivadora del valor y la dignidad de la persona
y promotora de su espiritualidad
y relación contigo,
conscientes de que esto nos humaniza.
Que el tiempo de Navidad ayude a todos
a ver a cada persona como hermano
que no puede ser maltratado,
despreciado ni olvidado
o usado al servicio de intereses egoístas.
Que crezca la conciencia de la dignidad
que tú, Padre, concedes a cada ser humano
así como la responsabilidad y disponibilidad
para trabajar y colaborar con los demás
en la construcción de este mundo
que has puesto en nuestras manos.