Querida Madre buena, no sé si en tu tiempo
había modas. Hoy somos esclavos de ellas.
Todos, porque es moda,
despedimos a los difuntos
diciendo “allí donde estés”.
A ti no podemos decírtelo.
Celebramos que ya estás por completo,
en cuerpo y alma,
cerca de tu Hijo y Hermano nuestro,
participando de la vida divina que es amor,
paz, alegría y luz para siempre.
No estás lejos de nosotros,
porque donde estás no hay distancias.
Eres Madre de corazón grande,
acostumbrada a sufrir,
a esperar y a confiar.
Eres mujer de corazón decidido,
valiente y firme.
No te echaste atrás
al escuchar las palabras misteriosas del ángel
ni al ver los sufrimientos infligidos a tu Hijo.
Saber que nos miras y que velas por nosotros
nos da confianza para seguir adelante.
Sí, el camino de la vida es duro y perdedor,
pero sabemos que tú has llegado a la meta
y que caminas a nuestro lado.