Ven a nosotros, Espíritu Santo:
es la súplica que hoy te dirige toda la Iglesia.
Llena nuestros corazones con tu amor
y haz que estemos dispuestos
a dejarnos llenar,
que seamos lo bastante humildes y pobres
para saber que te necesitamos.
Tú, que eres el Espíritu de la verdad y de la vida,
ayúdanos a saber valorar debidamente
a cada persona y a cada pueblo de la tierra,
con sus culturas e historia;
ayúdanos a saber usar correctamente
todo lo que nos permite existir: la tierra,
el aire, el agua y los recursos del universo:
que lo tratemos como un regalo
que está al Servicio de toda la humanidad.
Ayúdanos también a saber descubrir
toda la bondad y bien que has puesto
en el corazón de los hombres y mujeres de hoy.
Tú, que eres el Espíritu consolador,
muéstranos cómo podemos estar al lado
de los que sufren, y cómo podemos colaborar
a aliviar sus sufrimientos.
Tú, que acompañaste todo el camino de Jesús,
ayúdanos a ser, como él, personas que
hacen el bien por donde pasan, y que
viven apasionadamente los valores del Reino.