Tú Jesús, estás en todo.
Para atender a la gente y despedirla,
para mantener a los Doce a raya haciendo que se adelanten,
para rezar, hablando a solas con el Padre…
Y ¿qué sería, sin ti, de la barca?
Sí, nos hemos embarcado ya en la nave de los apóstoles,
la Iglesia, sacudida por vientos adversos.
Entre las olas, y en tu ausencia,
nos sentimos inseguros. Incluso Pedro.
Y es que querías mostrarnos quién eres,
el Hijo del Padre, a quienes no estábamos
demasiado convencidos.
El agua solamente sustenta
la huella invisible de Dios.
¡Sólo él puede andar por encima!,
solamente él tiene dominio sobre la mar…
Y he aquí que tú le das órdenes.
Y le dices a Pedro que siga el mismo camino…
Él lo prueba, en la noche… pero no se fía.
Si no creemos firmemente en ti, no iremos a ningún sitio.