Gracias, Señor, por la Palabra
que nos diriges a través de tu Hijo,
de los profetas y de los apóstoles.
Gracias porque también nos hablas en los sacramentos,
en la oración y en la comunidad eclesial.
En ocasiones no nos gusta lo que nos dices,
porque remueve nuestras conciencias.
Preferiríamos un mensaje edulcorado
que nos ahorrara el sufrimiento.
En el fondo pensamos que, como cristianos,
«esto no nos puede pasar».
Una tentación que nos quiere hacer creer
que somos diferentes de los demás
y nos aleja de tu camino.
En cambio, Tú nos enseñas
a aceptar la voluntad de Dios,
aunque no la entendamos,
a confiar en ella, porque será lo mejor para nosotros.
Te pedimos perdón por el orgullo
que nos hace pensar que te equivocas,
y creernos más sabios que Tú.
Que tu Espíritu Santo nos ayude
a reconocer lo que es bueno,
agradable y perfecto a tus ojos,
y nos dé fuerzas para cumplirlo.