Ascensión del Señor

Señor Jesucristo glorificado, Cabeza de la Iglesia
y compañero de nuestro camino,
te pedimos hoy que nos hagas ser muy conscientes
de que hemos sido bautizados en el Espíritu Santo
para ser tus testigos por toda la tierra
y cada día de la vida;
no permitas que nos quedemos mirando al cielo,
sino que sepamos cooperar
en la construcción de este mundo según tu Evangelio.

Que estemos tan convencidos
de que cooperamos en tu misión
que aprendamos cada día a hablar
un lenguaje comprensible
para que las gentes de hoy
entiendan tu mensaje;
que seamos capaces de estar al lado
y aliviar el sufrimiento de los enfermos;
que tu gracia nos ayude a vivir
sin ser atrapados
por cuanto hay de negativo en el mundo;
que vivamos de tal modo
que el mundo entienda que la salvación
consiste en vivir según tu Evangelio.

Tú que, siendo nuestro hermano,
subiste al cielo, ayúdanos a ser, como tú,
verdaderamente humanos para que así
la tierra pueda acercarse un poco más al cielo.

Te vemos como el alpinista
que encabeza la cordada y llega a la cumbre.
Nos alegramos todos los que vamos encordados a ti
porque nos has abierto el camino,
nos haces asequible la meta.

Aquí, en el campo base, todavía hay solitarios,
desocupados, sin grupo ni cordada.
Nadie los ha llamado a unirse a la expedición.
Tú no quieres que nadie se quede descolgado,
y nos encargas que vayamos a buscarlos
y les ofrezcamos la cuerda que has echado.

Te hemos visto subir, encaramarte pared arriba,
hemos aprendido de ti el arte de trepar,
hemos captado el espíritu que te impulsa.
Todo lo has compartido con nosotros
generosamente, sin esconder nada.

Por eso ahora
tenemos que ser también generosos
y ofrecer a todos los que quieran
tu camino, tu cuerda, tu espíritu,
para que un día, todos juntos
podamos encontrarnos en la cumbre.

«Al verlo, le adoraron,
aunque algunos dudaban».
Así, con nuestra fe entretejida de dudas
nos das el último mensaje.
Vuelves al Padre, pero permaneces con nosotros
con una presencia diferente.

Que las dudas no me bloqueen
ni me asusten, Señor.
Cada duda puede ser una bendición
si la aprovecho para ir más a fondo.
Cada duda es una señal
que me invita a explorar,
que me indica que no puedo conformarme
con lo que ahora sé y vivo.

Las dudas se resuelven avanzando.
Viviendo de acuerdo con tu palabra,
dejando que tú actúes a través de mí
para que tu mensaje y tu vida nueva
progresen entre nosotros,
mi mirada interior será iluminada,
conoceré a qué esperanza nos has llamado
y cuáles son las riquezas de gloria
que nos reservas.