Corpus Christi

Ciclo y fecha
Cicle: 
B
Temps: 
Tiempo ordinario
Data : 
Domingo, 2 Junio 2024
Que sepamos hacer de nuestra vida una ofrenda a Dios

Señor Jesucristo,
en esta celebración de tu Cuerpo y Sangre,
queremos agradecer tu don
y aprender a recibirlo con profundo gozo
y con los ojos y el corazón fijos en ti.

Que, como tú, Señor Jesús, sepamos
hacer de nuestra vida una ofrenda a Dios
poniéndonos al servicio de los hermanos
y colaborando contigo para que el Reino de Dios,
donde compartirás el vino nuevo de la plena comunión
con el Padre y con toda la humanidad,
esté cada día más presente entre nosotros.

Que cada vez que te recibimos a ti,
en los signos del Pan y del Vino,
nos convirtamos en signos vivos
de tu amor y tu generosidad sin límites
y pongamos al servicio de los demás
todo lo que hemos recibido: la vida, las cualidades,
el tiempo, la capacidad de hacer el bien.

No permitas, Señor Jesús, que comulguemos
de modo inconsciente, sino siempre
con el deseo de dejarnos transformar
por tu presencia en nosotros,
de ser miembros vivos de tu Cuerpo,
de ser más fraternos con todos aquellos
a quien tú tanto amas y a quien quizá nosotros
olvidamos o no consideramos como hermanos.

Que la celebración de cada Eucaristía
sea signo elocuente del deseo del Padre
de reunir a toda la humanidad en su casa
y alrededor de su mesa.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Que nuestro corazón se encienda al advertir tu proximidad

Gracias, Jesús, por haber entregado
tu Cuerpo y tu Sangre
para nuestra Redención.
Que sepamos seguir tu ejemplo,
no encerrarnos en nuestro egoísmo,
sino entregar nuestra vida al servicio del prójimo
y ser generosos con quien lo necesita.

Gracias por ser un alimento para nosotros,
el nuevo maná que nos sostiene
en la travesía del desierto de la existencia.
Que siempre estemos con la disposición adecuada
para poder comulgar tu Cuerpo.
Que ni las distracciones ni nuestras faltas
puedan enturbiar la participación en el banquete eucarístico.

Gracias por tu Presencia sacramental,
por cada sagrario donde estás de una manera misteriosa.
Que sepamos adorarte como es debido,
preparados interiormente.
Que nuestro cuerpo ore delante de tu Cuerpo,
que nuestra mente se deje llenar por tu silencio,
que nuestro corazón se encienda al advertir tu proximidad.

Gracias, Señor, por venir a nuestra casa
aunque no seamos dignos.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Compartimos la mesa de familia

Jesús,
cuántas veces me he sentado a tu mesa
para compartir la presencia, la palabra y la amistad. 
En ella me comunicas la vida de Dios
y vas alimentando mi vida.

Siempre estás dispuesto a acogerme
y a vivir con auténtica comunión conmigo.
Eres tú quien me invita y me espera.

Conoces muy bien mis infidelidades,
pero las olvidas
y me dices que has venido
para los que más te necesitan, los pecadores.

No soy digno de recibirte,
pero sé qué quieres venir a mi casa
porque me amas y me quieres ayudar a ser mejor.

Gracias por tantas veces
como me has acogido a tu mesa
y te has llegado hasta mí
como salvador y compañero de camino.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Que seamos transmisores de la fe y del amor que Jesús nos da en cada Eucaristía

Señor, que cada celebración eucarística
nos haga más acogedores
y compasivos con los demás.
Que no nos creamos los mejores
ni caigamos en la tentación
de excluir a nadie de la celebración.

Señor, los discípulos distribuyeron
el pan y los peces que Tú habías bendecido.
Que cada uno de nosotros
seamos transmisores de la fe y del amor
que Jesús nos da en cada Eucaristía.

Señor, haznos coherentes y auténticos.
Que al comulgar nos comuniquemos.
Que al partir el pan recordemos la necesidad
de compartir y dar tiempo a los demás.
Que trabajemos por la unión
y evitemos toda rivalidad.

Señor, bendice a las personas que salgan hoy
para venerar tu paso por nuestras calles.
Bendice a las familias
y a cuantos te piden el pan del trabajo.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Hay en mí un anhelo de vida que sólo tú puedes colmar

Quiero comer tu carne y beber tu sangre.
Lo necesito,
porque hay en mí un anhelo de vida
que sólo tú puedes colmar.

No quiero comulgar
para ser mejor de lo que soy
ni para estar en un nivel superior a los demás
sino para que tú tomes posesión
de mi vida. No te como
para que tú te transformes en mí,
sino yo en ti.

Me admira que una realidad tan importante
se manifieste en un signo tan humilde:
un pedazo de pan y un trago de vino,
incluso tan solo un pedazo de pan
que casi no lo parece.

No pides grandes requisitos,
no exiges la perfección,
sólo un corazón humilde y creyente.
Lo decimos siempre antes de comulgar,
aunque quizás no sacamos
todas las consecuencias:
Señor, yo no soy digno…

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Señor, tu entrega hasta la muerte en cruz se prolonga cuando te dejas comer

Que el pan y el vino se conviertan
en tu cuerpo y en tu sangre,
tienes que convenir conmigo, Señor,
que como milagro tiene mucho margen de mejora.
No cambia el gusto ni la apariencia,
no hay ningún rastro de gloria resplandeciente,
y seguramente por esto nos hemos empeñado
en adornarte con custodias monumentales
y cálices de orfebrería.

Pero su sencilla austeridad
nos revela tu amor hasta el extremo:
tu entrega hasta la muerte en cruz
se prolonga cuando te dejas comer,
consumir por nosotros, pecadores,
y así transformar nuestra miseria
en humanidad renovada por tu Espíritu,
tal como reventaste el sepulcro
y llevaste nueva vida al reino de los muertos.

Da lo mismo si te recibo en la mano o en la boca,
si me arrodillo o me inclino ante ti,
es igual que la misa sea cantada o rezada,
con guitarra o con incienso.
Que te reciba siempre consciente
de participar sin ningún mérito
en un milagro de amor que me transforma.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret