Jesús,
me imagino que estoy en medio de tus discípulos,
y recojo tus palabras:
¿Quién eres para mí?
Tu pregunta me interpela seriamente.
Te he conocido y te he seguido;
puedo decir que te amo.
Después de muchos años de creer en ti,
me parece que tu eres sobre todo para mí
«mi Compañero de ruta»; así ¡en mayúscula!
Me ayudas a reconocer
lo que hay de bueno en mí,
y a descubrir cómo el Padre me ama,
y cuenta conmigo,
y qué sentido tiene mi vida,
y también la muerte;
me motivas para vivir a fondo cada instante,
llevado siempre por la esperanza y la ilusión
de vivir ya ahora aquello que viviré para siempre.
Y, cuando soy débil o infiel, tu mirada,
y la mano que me extiendes,
me hace sentir el perdón
y recuperar la paz con el deseo de ser más fiel.
¡Gracias, Jesús,
y continúa haciendo camino conmigo!