Señor Jesús, te damos gracias
porque te has dado a conocer como el Hombre
que vivió sirviendo y poniendo la vida
a disposición de todos,
en un mundo y una época nada fácil;
así nos has revelado el rostro de Dios
y el rostro que el Padre desea
para cada mujer y hombre de este mundo.
Tú sabes perfectamente, Señor,
que siempre tenemos la tentación
de querer ser más
e incluso de querer prescindir de los demás;
ayúdanos a liberarnos de este mal
y a recorrer el camino del amor fraterno,
tú que también fuiste probado como nosotros,
aunque sin caer en la tentación.
Vivimos en un mundo en que se lucha
por ser más que los demás
en la política y la economía,
en la relación entre personas y naciones;
haznos mantener firme
la convicción que nos has transmitido:
que sólo la fraternidad y el respeto a los demás
podrán traernos la paz y la salvación.
Somos demasiado indiferentes al sufrimiento,
a no ser que nos toque directamente a nosotros;
haznos conscientes, Señor Jesús,
de que todos los que sufren son hermanos nuestros;
que nuestra forma de vivir
no aumente el sufrimiento del mundo,
sino que lo aliviemos con la compañía,
atención y solidaridad,
empezando por quienes están cerca de nosotros.