Señor Jesús, te damos gracias porque,
como Pedro y Pablo, como los demás apóstoles,
como María, también nosotros formamos parte
de tu Iglesia, que vas edificando
con personas de todas las razas,
pueblos y lenguas que te reconocen
como Señor e Hijo de Dios vivo
y se disponen a seguirte.
Te agradecemos también
por tantas personas de Iglesia
que nos ayudan a vivir cada día la fe;
y especialmente por el Papa Francisco
y te pedimos que sigas acompañándole
en el servicio que le has confiado
de confirmarnos en la fe y de cuidar
de tu pueblo por toda la tierra.
Debemos pedirte perdón, Señor Jesús,
porque no siempre somos totalmente fieles
en vivir tu Evangelio, y la Iglesia
también tiene manchas de egoísmo y pecado;
nos cuesta muy poco criticar
lo que no nos gusta de los demás,
pero no siempre nos comprometemos a servir,
a colaborar, o no sentimos como “nuestra”
la Iglesia que tú no quieres construir sin nosotros.
Ayúdanos, Señor Jesús,
a ser miembros vivos, responsables y gozosos
de la familia eclesial.
Tú no te avergüenzas de ser nuestro hermano
y Cabeza, aunque seamos pecadores.
Que esto nos mueva a vivir
más auténticamente nuestra misión
de irradiar tu luz y de llevar al mundo
el gusto del Evangelio,
con humildad y sencillez,
pero también con el coraje que nos da el Espíritu Santo.