Glosa del obispo Salvador sobre la beatificación de mártires claretianos

05/10/2017

El sábado 21 de octubre, serán beatificados 109 mártires (sacerdotes, hermanos y estudiantes) de la Congregación de los Hijos del Corazón de María (Claretianos) en la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona. Este acontecimiento eclesial ya fue anunciado el pasado mes de diciembre, cuando el Papa aprobó el expediente presentado por la Congregación de las Causas de los Santos e iniciado el año 1948. Fueron mártires de la persecución religiosa de los años treinta del pasado siglo en España. Diez nacieron en poblaciones de nuestra diócesis.

Para este comentario semanal es un buen motivo manifestar nuestra profunda alegría por el testimonio de vida de tantos católicos que se negaron a renunciar a su fe en Jesucristo. Vamos a venerar su memoria y, a partir de su beatificación, a pedir su intercesión para que el Señor nos conceda el coraje suficiente para vivir y anunciar el Evangelio. También hay un motivo añadido, el reconocimiento piadoso a las familias de los mártires que viven en la demarcación diocesana y a la parroquia de nuestra ciudad regentada por la comunidad claretiana, de cuyo carisma se beneficia toda la feligresía. Todos nos unimos a sus oraciones y les agradecemos la memoria mantenida a lo largo de los años.  

La Iglesia actual no hace nada nuevo respecto a los mártires. Continúa la tradición de siempre, que empieza en los textos del libro de los Hechos de los Apóstoles, con el martirio de san Esteban, y en las Cartas de los Apóstoles, con referencias claras a ser testigos auténticos de la Resurrección del Señor. Porque esa es la primera acepción de mártir. Así les llamarán los Santos Padres en sus escritos de los primeros siglos de la era cristiana, cuando las persecuciones romanas. Hay textos preciosos llenos de admiración por estos mártires, que sabiéndose conducidos a la muerte mantenían su fortaleza, que nos hablan de la custodia sagrada en sus tumbas, de la veneración de sus reliquias y del recuerdo de su memoria en la liturgia y en la propia comunidad. 

En todas las épocas de la historia y en muchos países ha habido multitud de cristianos perseguidos por su fe y condenados a muerte por no querer renunciar a la misma. En la actualidad tenemos sobrados ejemplos narrados de forma inmediata y que golpean nuestra conciencia. Lo mismo pasó en aquellos años del siglo XX. Todos conocemos testimonios admirables en los momentos finales de sus vidas, porque nos los han contado en nuestras familias o porque los hemos leído en innumerables escritos y estudios históricos. En todos ellos es clara la capacidad del perdón a cada uno de los perseguidores y verdugos y la manifestación verbal de esta actitud manifestada verbalmente. Ponían siempre las vidas de víctimas y victimarios en manos de Dios. Junto a ello, la piedad, la fortaleza y la esperanza que inoculaba en sus vidas la gracia divina. 

No da para más explicaciones este breve comentario. Me parece obligado, como Obispo, informar a toda la diócesis de este acontecimiento, invitando a cuantos puedan a participar en el mismo y a solicitar, por la intercesión de los mártires, valentía en el testimonio que cada uno debe dar de su fe.  Dejo constancia del nombre, edad y origen de los diez mártires de nuestra diócesis: Evarist Bueria Biosca (23 años), de Montoliu de Lleida; Àngel Dolcet Agustí (22), de Soses; Josep Ferrer Escolà (58), de Alsamora; Manuel Font Font (59), de Torrebesses; Lluís Jové Pach (64), de Lleida; Gener Piñol Ricart (21), de Els Torms, Josep Ros Nadal (59), de Artesa de Lleida; Artur Tamarit Pinyol (23) y Remigi Tamarit Pinyol (25), de El Soleràs; y Manuel Torres Nicolau (61), de Almacelles.

Salvador Giménez Valls
Obispo de Lleida