En aquel tiempo, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios. Entonces el Señor llamó a Samuel. Este respondió: «Aquí estoy». Corrió a donde estaba Elí y dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Respondió: «No te he llamado. Vuelve a acostarte». Fue y se acostó. El Señor volvió a llamar a Samuel. Se levantó Samuel, fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Respondió: «No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte». Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había manifestado todavía la palabra del Señor.
El Señor llamó a Samuel, por tercera vez. Se levantó, fue a donde estaba Elí y dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Comprendió entonces Elí que era el Señor el que llamaba al joven. Y dijo a Samuel: «Ve a acostarte. Y si te llama de nuevo, di: "Habla, Señor, que tu siervo escucha"», Samuel fue a acostarse en su sitio.
El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores: «¡Samuel, Samuel!». Respondió Samuel: «Habla, que tu siervo escucha». Samuel creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustara ninguna de sus palabras.