Señor, gracias por mostrarnos
la verdad de lo que hay en nuestro corazón.
Lo haces con afecto,
porque sabes que somos enfermos
que desconocen el alcance de su mal.
Solo aceptando nuestra realidad,
presentándonos ante ti tal como somos,
estaremos preparados para recibir tu Misericordia.
Tu Palabra es como una espada
que penetra en lo más profundo de nuestro ser.
No nos gusta descubrir lo que se esconde
detrás de lo que decimos con los labios,
porque nos hace daño.
A pesar de ello, no queremos ser como el rico,
atrapado por sus riquezas,
y dejar tu presencia.
Tú nos esperas en el sacramento de la reconciliación
para perdonarnos
y transformarnos con tu Amor.
Allí recibiremos tu Espíritu de sabiduría,
la mayor de las riquezas
a las que podemos aspirar,
Señor, no queremos poner nuestro corazón
en bienes y reconocimientos pasajeros,
sino en cumplir tu voluntad
y empezar a disfrutar de la vida eterna
que tienes preparada para cada uno de tus hijos.