Te agradezco, Padre, porque con Jesús y el Espíritu
sois una familia, la primera de todas;
por la relación familiar
que Jesús vivió en Nazaret
con José, María y sus parientes;
porque Él nos enseña a considerarte como Padre
y nos da a conocer tu deseo de reunir
a toda la humanidad en una gran familia.
Te doy gracias también
por la familia donde nací, fui acogido
y donde sentí el valor de ser amado
y estar al servicio de los demás;
por la fe y la pertenencia a la familia eclesial
que de modo muy natural me transmitieron.
Te doy gracias por la comunidad cristiana,
que es la familia
donde cada día compartimos la fe,
el pan de la Palabra y de la Eucaristía
y donde nos ayudamos a vivir
como discípulos de Jesús
y servidores de nuestros hermanos.
Haz, Padre, de todas las comunidades cristianas
testigos vivos y alegres del Evangelio;
que cada familia sea un hogar
donde el amor mutuo sea el valor más grande
y donde cada persona sea acogida
como un regalo tuyo para los demás.
Te pido por los que viven solos,
sin calor familiar,
especialmente ancianos y enfermos;
por los que nunca han conocido una familia;
por las familias que no resisten
ante los problemas económicos o de convivencia;
por las comunidades cristianas
que no viven o pueden perder
el clima fraterno y familiar.
Que tu amor y la fuerza del Espíritu
nos ayuden a ser, como Jesús,
constructores de vida familiar.