De todo corazón te damos gracias, Dios nuestro,
porque tu palabra invita a la alegría
y nos ofrece motivos para vivir contentos,
especialmente tu amor de Padre
y la presencia de tu Hijo Jesús entre nosotros;
haz que siempre alimentemos nuestra vida
de las fuentes de salvación, como dice el salmo.
“Que vuestra mesura la conozca todo el mundo”,
nos ha dicho Pablo;
y por eso te pedimos que sepamos
tratar a todos con respeto,
valorando a las personas, creando lazos
de fraternidad y cooperación,
ayudando a llevar el peso de la vida
a los que más sufren y procurando no ser nunca
un peso para nadie.
Que sepamos aproximarnos especialmente
a quienes no encuentran motivos para la alegría
o los tienen sólo superficiales y pasajeros
que no llenan el corazón ni dan sentido a la vida.
Que sepamos vivir escuchando tu palabra,
atentos a la luz del Espíritu que hemos recibido,
con los ojos y el corazón abiertos al mundo
y a la vida de nuestros hermanos,
y siempre nos preguntemos: “¿qué debemos hacer?”
Danos generosidad para saber responder
como Juan pedía a sus oyentes:
saber compartir nuestros bienes y cualidades,
ser honestos en todos los campos de la vida,
no recurrir jamás al uso de la violencia,
ni con palabras, ni con acciones o actitudes
de rechazo o desprecio,
para que nuestra vida vaya adquiriendo
la calidad de buen trigo.