Qué alegría saber
que te acercas, Señor.
Queremos prepararnos para acogerte
en nuestras vidas y, al hacerlo,
responder a tu llamada
de vivir amando y acogiendo a los demás.
Qué alegría sentirte entre nosotros
con sabor a pan, compañero de camino,
y recordándonos que lo que queda
es lo que damos con generosidad
en nuestro camino por la vida.
Qué alegría conocer tu amor
y tu bondad infinita,
que despierta en nosotros la urgencia
de estar más a tu estilo,
y vivir con las manos abiertas.
Qué alegría aprender a vivir la vida
más desde tu mirada,
sentirnos habitados y descubrir
que lo mejor de nuestras vidas
nos ha sido regalado;
porque es gracia y regalo tuyo
el don de la vida y también
tu perdón incondicional.
Qué alegría tener la certeza
de que eres Dios con nosotros
y que nunca nos abandonas.
Gracias porque nada, ni nadie,
podrá separarnos de ti.
Y esto nos reviste de la fuerza
y la esperanza cierta
de saber que siempre vienes,
que permaneces siempre cerca.
Que aprendamos, Señor,
a vivir una alegría más honda,
que permanezca en nuestro corazón,
con la certeza de que somos hijos tuyos.