María,
me preparo para recibir la Navidad.
Para muchos será una Navidad muy diluida;
una Navidad de regalos
envueltos en papeles bonitos
que nos sorprenden y nos hacen quedar bien.
¡Una Navidad cara!
Para otros,
será una Navidad de tradiciones familiares,
con encuentros llenos de una alegría compartida
y expresada con comidas, villancicos,
regalos y belenes,
que nos harán revivir recuerdos y nostalgias.
Es una Navidad de amor y de presencia.
Cuando te contemplo a ti,
comprendo que la Navidad,
la primera, que tú viviste y protagonizaste,
es un acontecimiento inundado de misterio.
Es aquella Navidad que comenzó
más allá de la razón y de la evidencia,
creíste, sencillamente,
confiada en el amor y la fidelidad de Dios.
Le ofreciste todo tu ser impregnado de amor
y vivificado por un corazón transparente y nuevo.
Y Dios hizo de él su primera tienda
entre los hombres.
María,
enséñame a vivir la Navidad del Dios-hombre,
la Navidad del amor,
de la presencia y del don total.