Gracias, Señor, por ser la luz
que nos ilumina y nos salva.
Avanzábamos a oscuras,
vivíamos en un país tenebroso,
estábamos cegados por nuestros egoísmos,
nuestra vanidad nos ofuscaba,
sufríamos la oscuridad de la rivalidad,
los celos y la envidia.
Pero nos ha visitado una gran luz,
has venido a nuestra tierra
para mostrarnos el camino de la conversión,
Para curarnos de nuestros miedos,
de nuestras desavenencias,
del espíritu de discordia.
Has venido a vivir a nuestra casa,
para que podamos vivir en la tuya,
para que podamos descansar en tu Presencia.
Queremos convertirnos,
renunciar a nuestro orgullo
y a nuestro afán de protagonismo
que nos enfrenta a nuestros hermanos.
Pero sabemos que no lo podemos conseguir
por nosotros mismos,
con nuestras fuerzas.
Necesitamos tu Espíritu,
envíanoslo para que nos transforme
desde lo más profundo de nosotros mismos.