Señor Jesús, perdónanos
por las veces que nos dejamos arrastrar
por el instinto de venganza,
devolviendo el puñetazo recibido.
Ya sabemos que no es la solución,
que contribuimos a crear
un círculo de violencia difícil de parar,
pero a veces no podemos frenarnos.
Infunde en nuestro corazón tu capacidad
de amar y perdonar, de devolver bien por mal.
Gracias, Señor, porque no te limitas
a enseñarnos de palabra a amar,
perdonar y rezar por quienes nos hacen daño
sino que nos lo enseñas sobre todo
con el ejemplo, a lo largo de tu vida,
pero muy especialmente en la cruz.
Ante la agresión cruel que sufriste,
no salieron de tu boca
amenazas ni maldiciones,
sino una oración al Padre
llena de amor y comprensión:
«perdónalos, porque no saben lo que hacen».
Señor, gracias por mostrarnos
que es así como nos comportamos
como verdaderos hijos del Padre celestial:
siendo buenos del todo como él,
saludando a todos
y no solo a los que nos saludan,
amando a todos y no solo a los que nos aman,
creando la humanidad fraterna,
que sepa superar los instintos más primarios
que conducen al egoísmo y la violencia.