Somos tu heredad, Señor, tu viña,
finca querida que aprecias con un amor especial.
Somos tu esperanza de fruto,
de uva y de buen vino, de vendimia y de fiesta.
Acaparamos tus preferencias,
te desvives por nosotros,
y de nosotros te ocupas,
nos cultivas y nos proteges,
haciendo tu cálculo ilusionado.
No escatimas trabajo ni jornaleros.
Sin embargo... ocurre que aquellos
en quien más confiabas te han fallado,
los responsables de la viña del Señor.
Parece que te ven demasiado lejano,
que has dejado demasiadas cosas en sus manos
y que pueden hacer lo que quieren.
Esta viña, Padre, que incluso ha costado sangre,
-el rechazo violento y la sangre de tu Hijo-,
no permitirás, lo sabemos, que deje de producir
frutos abundantes, con el mayor rendimiento.