Señor,
tú quieres que sea responsable aquí en la tierra
y que viva con fidelidad el presente,
pero siempre con la mirada puesta en el futuro.
Ahora, mi vida es un tiempo de espera activa.
No puedo amodorrarme en la oscuridad de la inactividad
ni dejar apagar la antorcha que tengo en las manos.
Por eso,
constantemente tengo que hacer provisiones de amor
para que la llama del servicio y de la creatividad
esté siempre bien encendida y dé luz
para mí y para los demás
e invite a todo el mundo a recibirte.
La espera de tu venida definitiva
tiene que iluminar de esperanza
el pensamiento y el corazón.
Así, cuando llegues
me encontrarás despierto y a punto.
Saber que estás viniendo
y que llegarás por sorpresa
no me dará nunca miedo; más bien me dará paz
y llenará el corazón de esperanza y de alegría.
¡Ayúdame a mantener mi antorcha
bien encendida!