Casajús Aduán, Teófilo

Fechas
Nacimiento: 
4 de noviembre de 1914, en Murchante (Navarra)
Profesión religiosa: 
15 de agosto de 1931
Martirio: 
26 de julio de 1936, en Lleida

En la levítica Navarra de hace unos años, la villa de Murchante se distinguía por la proliferación de vocaciones religiosas. Aquí nació Teófilo el 3 de noviembre de 1914. Al día siguiente recibía la vida divina y la incorporación a la iglesia por medio del bautismo; y recibió la Confirmación el 30 de junio de 1915, del Exmo. Santiago Ozcoidi, obispo de Tarazona y administrador apostólico de Tudela. Sus padres fueron Jacinto Casajús Pueyo y Agustina Alduán Fuentes, hermana de dos misioneros claretianos, los PP. Medardo y Nicolás. En este ambiente familiar, Teófilo se encariñó con seguir a sus dos tíos; y, ante la oferta de otras congregaciones, decía siempre que él quería ser Hijo del Corazón de María. Tuvo seis hermanos.

El 2 de julio de 1926, ingresó en el postulantado de Alagón (Zaragoza). Aquí inició los estudios de Humanidades. En agosto de 1928, pasó a Cervera (Lleida), donde los concluyó. El 29 de julio de 1930, fue a Vic (Barcelona) para cumplir el año de noviciado, estrenado con la toma del hábito, el 14 de agosto. Concluido el noviciado, emitió la Profesión el 15 de agosto de 1931. Ya profeso, continúa su formación yendo, el 26 de ese mes, a Solsona (Lleida), donde estudia tres cursos de filosofía y el primero de teología. En la catedral solsonense, en solemne celebración con ocasión de cumplirse el centenario de la ordenación sacerdotal de san Antonio Mª Claret en esa misma catedral, el 12 de junio de 1935, recibe la tonsura y, al día siguiente, las dos primeras órdenes menores, de manos de su obispo, Exmo. Valentí Comellas. El 26 de agosto del mismo 1935, vuelve a Cervera para ultimar la carrera; pero la guerra no le permitirá cursar más que segundo de teología.

Un claretiano que convivió no poco con él lo retrata como “un Navarro completo”, para continuar después pormenorizando sus muchas cualidades.

Religioso de mucho valor, de vida interior y piadoso; austero, sacrificado en el cumplimiento del deber y servicial; veraz, noble y sincero, aunque a veces algo impetuoso; inteligencia superior que rendía en todas las disciplinas; gran talento y aptitud para la música. De natural decidido y valiente, no le afectan demasiado los acontecimientos de revueltas políticas y sociales anteriores al estallido de la guerra. Dice en una carta:

“Ni miedo ni sombra de tristeza me causan estas persecuciones por que atravesamos”. “Que todos sepamos ser valientes… en circunstancias poco favorables”.

Con ese mismo espíritu de valor cristiano afronta el trágico comienzo de la contienda, que le traerá, por los misteriosos caminos de la Providencia y en compañía de sus otros 14 compañeros claretianos, la gracia del martirio. Sucedió en el cementerio de Lleida, el 26 de julio de 1936.

El gran aprecio que tenía por su vocación sacerdotal y misionera (“Dios me eligió para ser un gran misionero. Les agradecería que rogasen por ello”) le lleva a fomentar ese ideal en su propia familia. A su hermana Engracia, casada con Demetrio Simón y ya con varios hijos, le escribe: “¿Cómo siguen los pequeños? Pienso mucho en ellos. ¡Ojalá todos mis sobrinillos fueran buenos y de provecho! Veo, Engracia, que eso depende de sus padres”.

Sí, de la educación de los padres dependió… y, no menos, del testimonio del tío mártir. Si -según Tertuliano- la sangre de mártires es semilla de cristianos, en aquellas circunstancias fue también semilla de vocaciones: cinco de los seis hijos de Engracia abrazaron la vida consagrada. Este repetido don de Dios en el hogar de los Simón Casajús bien mereció que se les considerara “la familia que alcanzó a Cristo”.

El veterano misionero claretiano, Joan Sidera Plana, ya centenario, que convivió con el beato Teófico Casajús abona el privilegio de que figure en la cabecera de los 109 mártires con el P. Casals y el Hno. Ferran Saperas:

Entre mis compañeros a Teófilo Casajús, navarro. Lo juzgo muy digno de que le hayan puesto al frente de la Causa de los Mártires como representante de los Estudiantes. Era un gran talento, de aquellos que sin estudiar en exceso salía siempre bien en la clase. Un carácter en exceso bondadoso, que se avenía a todos; buen religioso y músico.