Domingo IV de Pascua

Cicle: 
C
Temps: 
Pasqua
Domingo, 12 Mayo 2019
P. Josep Vilarrubias Codina, cmf

Mis ovejas escuchan mi voz

Habréis visto algunas veces un rebaño con su pastor. En realidad las generaciones de hoy estamos poco acostumbrados. Para aquella gente de tierras de Israel el hecho del pastoreo les era muy familiar. A nosotros nos toca asumir la comparación, aunque nos sea poco familiar, y una vez percibimos por donde va el mensaje nos metemos de lleno. Como en todo, los símbolos tienen que ceder el lugar a la realidad significada.

Al leer este capítulo 10 del evangelio de Juan tengo la sensación como de una cascada saltando hacia el charco profundo y transparente que la acoge. El charco de agua viva lo veo en la relación de Jesús con el Padre y nuestra relación con Jesús y el Padre:

• Mis ovejas reconocen mi voz, y yo también las conozco y me siguen.

–      Reconocemos su voz si estamos atentos a su Palabra y la escuchamos con el corazón en los textos bíblicos y litúrgicos,

–      si sabemos leer las personas y los acontecimientos de cada día con los criterios y la sensibilidad del Evangelio.

–      Si entendemos que todo esto se incuba en la oración. Claro, la oración entendida como ratos de intimidad con el Señor. ¿Verdad que las ovejas perciben mejor en el silencio la voz de su pastor?

–      Yo las conozco y ellas me siguen. Aquí veo la vocación personal: "sígueme". Recordemos esta última palabra en el evangelio del domingo pasado. Seguimos a Jesús si lo reconocemos, si reconocemos su voz. Y ya sabemos cómo suena su voz.

Yo les doy la vida eterna. El Buen Pastor da la vida por sus ovejas, nos la da, vivimos de su vida, la vida de Hijo de Dios. Nuestra vida es Cristo. Y así su amor nos anima, como afirma San Pablo y lo recoge el Padre Claret en su lema episcopal.

Mis ovejas nunca se perderán, ni me las quitará nadie de las manos. ¡Qué seguridad nos da sentirnos en tan buenas manos! Esto nos da paz. Pero ¿y cuando se me atraviesa un fracaso, me siento criticado o rechazado, cuando oscurece dentro de mí... mantengo en el fondo esta paz del corazón? Es la hora de abandonarnos en quien nos lleva a cuestas, como la oveja en riesgo.

El Padre y yo somos uno. La unidad trinitaria del Padre y el Hijo en la relación paternal-filial que es el Espíritu Santo. Esta unidad del Padre con el hijo Jesús la proclama después de decir que Aquello que mi Padre me ha dado nadie lo podrá arrancar de las manos del Padre.

Hasta aquí el charco de la cascada. Pero no puedo dejar de echar una mirada arriba, al agua que baja: encontramos en los versos anteriores del capítulo 10 y que se recogen en textos de otros domingos:

–      La oveja perdida y reencontrada. Perderse en el camino, o desorientarse o escaparse no es definitivo. El amor del Pastor persiste y nos encontramos que la oveja reticente tiene una suerte que las otras quizás no tienen: se siente llevada a hombros de Aquel que la ama, siente su calor, el pastor camina por ella y le mantendrá una atención especial.

–      Las que no son del rebaño. "También tengo otras ovejas que no son de mi rebaño". ¿Cuáles son del rebaño de Cristo? ¿los bautizados católicos? ¿los bautizados de las diversas confesiones cristianas? ¿los no cristianos de buena fe?... ¿Quiénes no son ovejas de Cristo?

Si nos situamos en parámetros legales o clasificamos por etiquetas, nos podemos perder. La respuesta la tenemos en el evangelio de Mateo, capítulo 25, versículos 34-40.

¡Que tengáis un feliz domingo del Buen Pastor!

Tipus recurs pastoral: