Domingo V de Pascua

Cicle: 
C
Temps: 
Pasqua
Domingo, 19 Mayo 2019
P. Josep Vilarrubias Codina, cmf

¡Os doy un mandamiento nuevo!

¿Un mandamiento nuevo? ¿Cuál? ¿"Amaos"? ¿Pero esto es nuevo? Ya en el libro del Levítico, en el Pentateuco, se decía: amarás al prójimo como a ti mismo. Y siempre la gente ha nacido con la semilla del amor en el corazón. Otra cosa es si hemos dejado morir la semilla o bien la hemos cultivado indebidamente. ¿Dónde está ahora la novedad?

Si estamos atentos el evangelio nos sorprende profundamente.

Era en el momento en que Judas Iscariote acababa de marchar a terminar su traición. Jesús debía hacer un suspiro y se dejó ir de lo que más llevaba en el corazón: su muerte inminente y el mandamiento nuevo:

* "Ahora el Hijo del Hombre es glorificado, y Dios es glorificado en él.

¿Dónde está la gloria y la gloria con la que el Padre es glorificado? Él acaba de lavar los pies a sus discípulos y la muerte está a punto de llegar. Dios es amor, el amor es su gloria. Cuanto más contemplamos su amor, cuanto más nos sentimos queridos, tanto más resplandece en nosotros la Gloria de Dios. Pues, Jesús Verbo del Padre nos ha amado hasta dar la vida en la cruz por nosotros. La grandeza del Amor de Dios resplandece en la entrega de Jesús, entrega que estalla en la Resurrección de Aquel que por nosotros ha sido muerto y sepultado.

La originalidad del evangelio de Juan está en que la gloria de Jesús no se manifiesta en los actos espectaculares del poder, sino en los que expresan el amor de Dios. No es cuestión de fama y honor, de majestad, de esplendor ni de dominio. Morir por los demás es la mayor gloria porque es la mayor manifestación posible de amor.

La gloria no es consecuencia de su muerte, es la misma muerte por amor.

LA GLORIA DE DIOS ES SU AMOR.

* Los llama "hijitos míos", palabra que no encontramos en ningún otro lugar de la biblia. Momento de profundo sentimiento y de intimidad solemne: Ya me queda poco de estar con vosotros.

Acaba de anunciar su muerte y ahora las palabras suenan a testamento: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros.

Tal como yo os he amado: él nos amó hasta el extremo.

Nos manda que nos amemos como él nos ama: ¡este es el MANDAMIENTO NUEVO! Él quiere que también nuestro amor a los hermanos sea un amor-total, desinteresado, al otro por el otro, por encima de todo interés egoísta encubierto de autosuficiencia, por autocomplacencia, para ser vistos... hasta el extremo si hay que dar la propia vida por el hermano. Y eso en los detalles y situaciones de cada día, con las personas que el Señor nos pone en el camino, y tanto más cuanto más débiles, marginadas y pobres son.

Sí que el listón es muy alto. Nos lo pide todo. ¿Actuamos, servimos, ayudamos gratuitamente? ¿Nos jugamos nuestro tiempo, nuestras cualidades, nuestra comodidad, nuestros bienes, nuestro prestigio?

Hermano, hermana, no te sientas ahora amedrentado ante la exigencia del mandamiento nuevo de Jesús. Él nos conoce mejor que nosotros mismos: somos imperfectos, frágiles, olvidamos, nos cansamos. Pero ¿verdad que es confortante sentirnos queridos por el Amigo que por nosotros ha dado la vida? En la intimidad de la amistad él nos da la mano, nos lleva sobre los hombros, no se cansa de perdonar, nos brinda su gracia, purifica nuestro amor, nos hace humildes, confiados...

En realidad todo esto de darte por amor lo has estado haciendo mucho y mucho en la vida y a veces soportando problemas y situaciones difíciles... Por suerte tuya, no notabas mucho el bien que hacías a los ojos de Dios. A los ojos del Dios Padre eres oro puro, apreciado, querido. Simplemente, como el oro, nos dejamos purificar por el fuego de un amor tenaz y sufrido, que tratamos de irnos limpiando del egoísmo embrutecedor que se nos engancha, que aceptemos nuestra pobreza y estemos en paz en los brazos de Dios, como el niño que en su debilidad, se agarra confiado en el regazo de la madre.

Aquí nos puede ir muy bien lo del salmo 130:

Mi corazón no es ambicioso, Señor. No son mis ojos altaneros,
Me mantengo en una paz serena como un niño en el regazo de la madre, en espera de tus dones.
Espera, pueblo mío en el Señor
¡Ahora y siempre!

* Y Jesús pone el punto final. Un final que es punto de partida en el desempeño de la muestra misión de testimonio:
Por el amor que os tendréis entre vosotros conocerán todos que sois mis discípulos.

Tipus recurs pastoral: