Somos tu pueblo, Señor,
un inmenso gentío
que generación tras generación,
peregrinamos por la tierra, sin detenernos,
caminando exhaustos, agotados, sedientos
por desiertos sin horizonte, en ocasiones terroríficos.
Necesitamos tu palabra, alimentarnos de ella,
fortalecernos, y confortarnos con sólo verte,
a ti, auténtico buen Pastor de nuestras vidas.
Estamos dispuestos a pasar hambre por escucharte,
ya que sacias el hambre más elevada, la del espíritu;
pero no sólo esto, no, hoy estás espléndido:
panes y peces abundantes
para cinco mil hombres
…y las mujeres, y los niños –no los olvidas.
Comienzan los banquetes populares, solidarios, festivos
de lo que tú llamas el Reino de Dios,
que es república de todos en Dios, hermandad,
igualdad de tus discípulos y seguidores,
llamados a ser hijos, a dar gracias al Padre,
bien servidos, a tu mesa de la Eucaristía.