Ha muerto el P. Lluís Vila Codinachs, misionero claretiano

28/11/2016

El P. Lluís Vila ha sido uno de los claretianos de la comunidad de Lleida, y adscrito a la parroquia San Antonio M. Claret, en el barrio de Balàfia.

Nació en Vic el 21 de junio de 1931 y murió el 27 de noviembre 2016, en Barcelona. Lluís fue el quinto hijo de los ocho que tuvieron José Vila y Montserrat Codinachs. Bautizado el mismo día que nació, recibía el sacramento de la confirmación a finales del mismo año 1931.

En 1942 ingresaba en el "nuevo" seminario de Cervera, entonces seminario menor, al lado mismo de la antigua Universidad, el anterior seminario, que con el martirio de tantos claretianos – ¡y tan jóvenes! – Había dado un testimonio memorable de fidelidad a la fe ya la vocación durante los primeros meses de la Guerra Civil. En Vic hizo su primera Profesión como misionero claretiano el día 16 de julio de 1949, fiesta de la Virgen del Carmen, justo el día en que se cumplía el primer Centenario de la Fundación de la Congregación de Misioneros.

Fue ordenado sacerdote en Valls, el día 9 de septiembre de 1957. Y después de hacer en Baltar (la Coruña) el habitual año de práctica de pastoral, fue destinado al Seminario Menor de Alagón, como ayudante del prefecto y profesor.

Su buen carácter y su disposición al servicio fueron constantes en las diversas comunidades donde fue destinado a lo largo de su vida: Valls, Sallent, Montgat, Cervera, Lleida.
En todas queda alguna obra significativa, que es fruto del empuje del Padre Lluís. Los últimos años de su vida los ha pasado en la Comunidad de Lleida, donde fue destinado en 2008: Dispuesto, como siempre, a servir, a pesar de que empezaba a experimentar las limitaciones de la edad (sordera sobre todo), era feliz atendiendo varias residencias de ancianos, que visitaba semanalmente.

Sin embargo, su gran afición y dedicación –más bien deberíamos hablar de devoción– los últimos años de su vida, era el «Espacio martirial» del Mas Claret (cerca de Cervera), lugar del martirio de un buen número de claretianos durante la última guerra civil del 36. Desde Lleida, se escapaba tanto como podía para mantenerlo limpio y para dignificarlo. ¡Con ellos se habrá encontrado ya en la Casa del Padre! 

Homilía en el funeral del P. Lluís Vila en el Santuario del Corazón de María de Barcelona
El Padre Lluís nos ha dejado. Esto está provocando cantidades de pésames. El primero que nos ha llegado, de un matrimonio, dice: "es un momento de dolor y de una gran esperanza". Verdaderamente que vivimos con un dolor contenido en la muerte de una persona tan querida. Pero él con su ejemplo y su partida nos ha dejado señales de camino, señales para una gran esperanza.

Unas señales de color de evangelio que nos hacen pensar en las bienaventuranzas.

Felices aquellas personas que, empapadas del espíritu de las bienaventuranzas, nos acercan a la persona de Jesús.

El evangelio que acabamos de oír nos presenta a Jesús que, al ver las multitudes, subió al monte, se sentó, y se acercaron sus discípulos. Entonces, tomando la palabra empezó a instruirlos: bienaventurados los pobres de espíritu, bienaventurados los que lloran..., los humildes..., los limpios de corazón... los misericordiosos... Las bienaventuranzas las vemos como un tejido de valores evangélicos y, si las acogemos con el corazón bien atento, nos podemos encontrar que son también una buena plataforma para nuestra oración contemplativa y de adoración: porque en cada una de ellas podemos ver retratada la persona de Jesús. A lo largo de los relatos evangélicos nos encontramos siempre con el Cristo de las bienaventuranzas.

Si queremos ir descubriendo a Jesús a lo largo del Evangelio, en sus hechos y enseñanzas, lo iremos encontrando en las bienaventuranzas.

Y así nos predisponemos a descubrirlo también en la bienaventuranza de los hermanos y hermanas que, en el seguimiento de Jesús, nos dejan señales en el camino: son las bienaventuranzas vividas por compañeros de carne y hueso como nosotros.

Por eso si hacemos elogio de algún hermano en la fe, el elogio no queda fríamente como un memorial de piedra, sino que nos señala en dirección al Evangelio. Es el caso del Padre Lluís Vila.

Lo conocí el día de mi entrada, con 11 años, en el seminario claretiano de Cervera. Aquella tarde los postulantes fuimos a jugar a de lugar nombrado las Forques, que muchos de vosotros conocéis, y lo recuerdo como aquel muchacho, que se hace cercano y que te quiere ayudar con su juego, un juego de bolas deslizante en pequeños regueros sobre la piedra arenisca. Él me miraba con esa mirada que siempre le he visto, cada vez que nos hemos ido encontrando: una mirada sencilla, cercana y acogedora.

Un antiguo compañero, en su pésame nos ha dicho: las dos características más claras del P. Lluís eran la bondad y la bondad.

La bondad, con la sencillez la humildad, daban color a su gran capacidad de trabajo. Era hombre de precisas cualidades manuales en varios oficios. Técnico en lo que tocaba. Siempre se le veía activo. Algunos de vosotros le recordaréis en las diversas épocas de la vida, cómo siempre estaba a punto para el trabajo que fuera necesario, para echar una mano, para resolver cuestiones técnicas de mantenimiento...

Una capacidad de trabajo adobada de bondad, sencillez, de humildad... y de ¡piedad!

El Lluís Villa era de una piedad exquisita, que no se hacía ver, pero que estaba, que le daba fuerza y ​​acierto en lo que tocaba. Una espiritualidad, la de los sencillos de corazón, que le hacía estar disponible para lo que fuera necesario. Si le llegaba un cambio de destino dejaba con dolor, claro, las dedicaciones en activo y sin crear ningún tipo de problema, en una nueva etapa: parroquias, colegios, juventud, catequesis, familias, campamentos juveniles, personas mayores...

El Padre Lluís, en todo esto, tenía un corazón misericordioso. Era bueno y paciente con quien lo necesitaba. Algunos compañeros recuerdan la paciencia infinita con la que, siendo superior de la comunidad de Cervera fue ocupándose de algunos enfermos y ancianos, hasta el último momento. Y estos últimos años nunca dejó en segundo lugar su dedicación a "Vida Ascendente" y los ancianos de tres residencias geriátricas de la parroquia de San Antonio María Claret, en Lleida, que lo recuerdan con ternura y agradecimiento.

Mas Claret   Mas Claret

No acabaríamos. Pero dejadme aún evocar en concreto toda su dedicación a los Mártires Claretianos, en el Mas Claret. A él le tocó cerrar la comunidad de Cervera, de un imponente historial misionero y martirial. Esto para él fue un golpe muy doloroso. Desde entonces el P. Lluís se ha dedicado con todas sus fuerzas y capacidades al mantenimiento y mejoramiento de aquel espacio entrañable del Campo de los Mártires. Nunca se lo podremos agradecer lo suficiente.

Bendigamos al Señor de la mies que en el Padre Lluís Vila nos ha mostrado una vida de bienaventuranza evangélica. Vida vivida en fidelidad a su vocación misionera claretiana de Hijo del Corazón de María.

P. José Vilarrubias