Señor, regálanos un silencio habitado,
 donde no se oiga nada más que tu voz.
 Nos duele tanto ruido que nos anula el alma.
Danos el silencio para escuchar tu Palabra,
 para probar el sabor de tu pan,
 donde somos oración,
 y poder aprender a amar como Tú lo haces,
 con libertad, con respeto y sin máscaras.
Danos la paz de tu presencia tan necesaria;
 que, en nuestra oscuridad,
 confiemos en que no nos va a faltar tu luz,
 y podamos esperar el amanecer
 con una nueva mirada.
Danos la fe inquebrantable
 de saber que todo es tuyo,
 la certeza de que siempre nos acompañas,
 con serena capacidad
 para comprender todo lo que vivimos,
 sin engaños, sin huidas,
 y haznos aceptar que todos necesitamos
 tu misericordia infinita.
Danos un alma valiente, para reconocer
 todo lo que nos pasa y nos duele
 de un mundo demasiado tocado
 por injusticias y carencias.
 Que no sabemos sufrir,
 y en el dolor nos perdemos.
 Aumenta nuestra pobre fe,
 que se nos gasta en el día a día.
Gracias porque cuando te escuchamos
 en el silencio,
 nos damos cuenta
 de que aún queda mucho por decir,
 mucho por hacer,
 muchos rostros por reconocer como hermanos,
 muchas noches para vivir en confianza.
 Pero sentimos que nos amas,
 y esta certeza nos mueve
 a seguir caminando, Señor,
 y a ser contigo palabra de salvación
 para los demás.