Venid y lo veréis
La Palabra de Dios es tenaz, insiste, da vueltas, se acerca, susurra... no nos deja. Y nosotros tenemos el don de su Espíritu que nos pone en actitud de escucha. Nos pasa algo parecido a lo del chico Samuel, servidor del templo, que duerme en una estancia cerca del gran sacerdote Elí y en el silencio de la noche oye la voz del Señor: ¡Samuel, Samuel! (Invito a volver a la primera lectura). La voz se repite pero Samuel no sabe quién lo está llamando.